En los últimos días se han sucedido diversas declaraciones y manifiestos contra la ley de la eutanasia que, promovida por el Gobierno, se tramita en el Parlamento.
Así el Consejo General de Colegios Médicos Oficiales en una declaración “reafirma su compromiso con la vida humana, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud”, al mismo tiempo que insta al Gobierno a “la promulgación de una Ley General de Cuidados que garantice de forma integral, no solo los cuidados paliativos y la atención al final de la vida, sino que contemple también todos aquellos condicionantes sociales necesarios para proporcionar la mejor asistencia a aquellas personas que padecen una grave enfermedad orgánica o psíquica que les genera gran incapacidad y un sufrimiento insoportable”.
Igualmente la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Españolaen una nota del pasado 14 de septiembreofrece una Reflexión a propósito de la tramitación de la ley sobre la eutanasia, en la que afirma que “No hay enfermos “incuidables”, aunque sean incurables” Nos dicen en esa nota: “El Congreso de los Diputados ha decidido seguir adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. Es una mala noticia, pues la vida humana no es un bien a disposición de nadie.” Esta nota se remite al Documento más amplio de la misma Conferencia Episcopal. “Sembradores de esperanza”en el que “se examinan los argumentos de quienes desean favorecer la eutanasia y el suicidio asistido, poniendo en evidencia su inconsistencia al partir de premisas ideológicas más que de la realidad de los enfermos en situación terminal.” A éstas se añade el manifiesto que el jueves pasado, día 24, se ha publicado en la prensa firmado por más de un centenar de personalidades de la sociedad civil: políticos de distintas ideologías, médicos, periodistas, académicos y empresarios para detener la ley de eutanasia, que, afirman en el manifiesto merece “el rechazo universal”. (Diario de Cádiz, jueves 14 de septiembre de 2020, pag. 41).
Creo que con estos ejemplos queda suficientemente de manifiesto que es falsa la “demanda sostenida de la sociedad actual” con la que el Gobierno pretende justificar la tramitación de esta ley. Muy por el contrario, la demanda social es la de una Ley Integral de Cuidados de los enfermos en todas las etapas, incluso en la terminal, de su enfermedad.
Me voy a permitir profundizar en la reflexión contenida en la Nota de la Conferencia Episcopal de que “la vida humana no es un bien a disposición de nadie.” En efecto, el hombre “no puede decidir eliminarse a sí mismo. Con ello estaría contradiciendo aquel principio ético, según el cual, en tanto que persona, ha de respetarse”. “…no me es lícito un uso de la libertad para destruir mi propia vida”.” A quien arrebata el poder de la muerte es al ser amado, al prójimo. Y cuando soy yo quien va a morir, lo más horrible es que dejo de ser definitivamente un “alguien” para otros que conmigo han vivido el amor, la amistad, el compañerismo… Matarme a mí, siempre es matar a otro en cuanto mi vida moral está unida ineludiblemente a mis semejantes (padres, amigos, compañeros, hijos...). Matarme a mí es destruir los lazos afectivos de los cuales yo no soy dueño ni soberano señor.” Podríamos aplicar al caso la sentida emoción de la sevillana del grupo Los del Río: “ Algo se muere en el alma cuando un amigo se va…” (Bonete Enrique. ¿Libres para morir? págs. 124 a 128. Desclée de Brouwer. Bilbao 2004).
Rafael Serrano Molina
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