DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA XVIII
Estamos ya a punto de finalizar las Fiestas de la Navidad e iniciar el tiempo ordinario. Espero que hayáis pasado bien las fiestas, en familia y disfrutando de tantos bienes como el Señor nos concede. Y que los Reyes Magos os hayan dejado muchos regalos, sobre todo mucho amor a Dios y en la familia.
Esta semana vuelvo a retomar la Doctrina Social de la Iglesia, con un toque de atención sobre la necesidad de la educación como consumidores en las nuevas situaciones de la economía global.
“NUEVAS REALIDADES” EN LA ECONOMÍA
La globalización en la economía lleva consigo “la pérdida de la eficacia de cada nación en la guía de las dinámicas económico-financieras nacionales.” La acción de los gobiernos en el campo económico y social se ve condicionada cada vez con mayor fuerza por los mercados internacionales. “Cuanto mayores niveles de complejidad organizativa y funcional alcanza el sistema económico-financiero mundial, tanto más prioritaria se presenta la tarea de regular dichos procesos, orientándolos a la consecución del bien común de la familia humana.”
Es, por tanto, indispensable que las instituciones económicas y financieras internacionales sepan hallar soluciones institucionales más apropiadas y elaboren estrategias de acción más oportunas con el fin de orientar los procesos de la globalización, evitando resultados dramáticos sobre todo en perjuicio de los estratos más débiles e indefensos de la población mundial.
“Una de las tareas fundamentales de los agentes de la economía internacional es la consecución de un desarrollo integral y solidario para la humanidad, es decir, «promover a todos los hombres y a todo el hombre.»”
Esta tarea requiere una concepción de la economía que garantice, a nivel internacional, la distribución equitativa de los recursos y responda a la conciencia de la interdependencia –económica, política y cultural– que ya une definitivamente a los pueblos entre sí y les hace sentirse vinculados a un único destino.” Son necesarios, pues, modelos de desarrollo que no sólo atiendan a elevar a todos los pueblos al nivel del que gozan hoy los países ricos, sino a fundar sobre el traba- jo solidario una vida más digna, propia de personas humanas destinadas a responder a la propia vocación, y por tanto, a la llamada de Dios.
“Un desarrollo más humano y solidario ayudará también a los mismos países ricos, sumidos a menudo en un extravío existen- cial, que les incapacita para vivir y gozar rectamente del sentido de la vida, aun en medio de la abundancia de de bienes materiales, Con frecuencia muchas personas en estos países se sienten alienadas, perdida la propia humanidad, reducidas al papel de engranajes en el mecanismo de la producción y el consumo y no encuentran el modo de afirmar la propia dignidad de hombres creados a imagen y semejanza de Dios”
Ante el rápido desarrollo del progreso técnico-económico y los cambios de los procesos de producción y consumo, que lleva consigo, igualmente rápidos, el Magisterio advierte la exigencia de proponer una gran obra educativa y cultural, que compréndala educación de los consumidores para un uso responsable de su capacidad de elección, la formación de un sentido profundo de responsabilidad en los productores y sobre todo en los profesionales de los medios de comunicación social, además de la necesaria intervención de las autoridades públicas. (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, II ,c7. Nn. 368-375)
Rafael Serrano Molina