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martes, 12 de mayo de 2020

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA – VIII FAMILIA. Rafael Serrano Molina


La familia es una auténtica comunidad de personas –tan necesaria en una sociedad cada vez más individualista–, gracias al incesante dinamismo del amor, dimensión fundamental de la experiencia humana. 
En la familia, gracias al amor, cada persona, hombre y mujer, es reconocida, aceptada y respetada en su dignidad. Del amor nacen las relaciones vividas como entrega gratuita que, «respetando y favoreciendo en todos y cada uno la dignidad personal como único título de valor, se hace acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda». La familia se convierte en la «primera e insustituible escuela de sociabilidad, ejemplo y estímulo para las relaciones comunitarias más amplias en un clima de respeto, justicia, diálogo y amor». Este amor que incluye a todos los miembros de la familia se expresa también mediante la atención esmerada de los ancianos que viven en ella por parte de todos sus miembros. La presencia de los ancianos en la familia supone un gran valor. Constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir valores y tradiciones y de favorecer el crecimiento de los mas jóvenes: éstos aprenden así a buscar no sólo el propio bien, sino también el de los demás.
La naturaleza del amor conyugal exige la estabilidad de la relación matrimonial y su indisolubilidad. La falta de estos requisitos perjudica la relación de amor exclusiva y total, propia del vínculo matrimonial, trayendo consigo graves sufrimientos y daños profundos para los hijos e incluso efectos negativos para la vida social. Por ello no se puede admitir como un bien social el divorcio, que introducido en las legislaciones civiles ha alimentado una visión relativista de la unión conyugal y se ha manifestado como una «verdadera plaga social». Igualmente están contribuyendo a la pérdida de la verdadera naturaleza del amor conyugal, del matrimonio y de la familia las teorías que consideran la identidad de género (la ideología de género) como un mero producto cultural y social..., con independencia de la identidad sexual personal y del verdadero significado de la sexualidad.
La familia fundada en el matrimonio es el santuario de la vida. La función de la familia es determinante e insustituible en la promoción y construcción de la cultura de la vida, contra la difusión de una «“anticivillización” destructora, como demuestran hoy tantas tendencias y situaciones de hecho» que nos están avocando a una desertización y envejecimiento de la población, especialmente en Europa y en los países del occidente más opulento, casi irreversibles.
La familia contribuye de modo eminente al bien social por medio de la paternidad y la maternidad responsables, formas peculiares de la especial participación de los cónyuges en la obra creadora de Dios. (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia II, 5, 230-237)

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