La Virgen de África ha sido testigo de numerosos momentos históricos de esta ciudad, a la que cuida con una ternura y solicitud especial. Recordar su maternal cuidado es nuestro signo de amor y fe ante su visita constante a sus devotos hijos, pues nos remiten a sucesos reales acontecidos en la historia –pestes, guerras, miseria—, en los que hemos experimentado la acción de Dios por la poderosa intercesión de nuestra Madre.
Mirémosle confiados en este tiempo, en el que corremos el peligro de perder la esperanza y el sentido, debido a la crisis que azota el mundo entero. Su historia con esta ciudad nos lo recuerda. La Virgen de África nos introduce en el realismo de la intervención de Dios, en el realismo de la fe, de la esperanza que no defrauda: “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” (Rom 8, 32).
En la aflicción, en “este valle de lágrimas”, volvamos a María, que permaneció al pie de la Cruz, y experimentemos el consuelo de Dios y su acción poderosa. Con ella proclamaremos la grandeza del Señor y nos alegraremos en Dios nuestro Salvador. La Madre de Cristo, la Virgen de África tan querida por el pueblo de Ceuta, nos hará avanzar en el amor al Señor, que verdaderamente actúa en la historia y “hace proezas con su brazo” (Cf. Lc 1, 46-55).
También hoy son evidentes las dificultades sociales, políticas, económicas y sanitarias en las que nos encontramos. Acudimos a María no solo por vernos libres de estos problemas, sino para acoger el desafío de esta época y ser portadores de esperanza. El Papa Francisco nos invita a vivir con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad (Papa Francisco, 8.03.2020). Quienes hemos sido alcanzados por Cristo tenemos la dicha y la responsabilidad de ser portadores de esperanza para quienes viven sin ella, desorientados como los hombres que viven en la oscuridad, ganados por el temor (cf. 1 Tes 4, 13).
Quiero felicitar a todo el pueblo de Ceuta por el día de su Patrona, el 5 de agosto. Os invito a participar de estos actos que nos llenarán seguro de alegría. María, nuestra Señora de África, nos espera para consolarnos y hacernos consuelo de todos.
Siempre estáis en mis oraciones. Os bendigo con afecto.
SR OBISPO
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