(Tomado de los apuntes del P. Novo)
Año 1954. El Padre Novo había comenzado los primeros contactos con un pequeño grupo de religiosos que hasta entonces habían estado en relación con alguno de los focolares sólo a título personal. Son nombres muy conocidos: Mínimo, Nazareno, Micor…
El domingo de Pasión, en una pequeña capilla de Trento había sido ordenado sacerdote Pascual Foresi. “Las palabras de P. Novo –cuenta Eli Folonari- habían sido decisivas para que Chiara, que vivía pruebas espirituales y físicas, decidiera participar en la ordenación”. Los pocos asistentes almorzaron luego juntos fuera de Trento, en Riva del Garda. Ahí apareció, entre otros, el jesuita Pavel Hniliça, eslovaco, que había huido a occidente clandestinamente, cruzando el Danubio a nado. Venía de sufrir y vivir la “Iglesia del silencio”.
Chiara, que ese día quería reunirse de forma reservada con un grupo muy restringido (los focolarinos mayores), pidió que se avisara delicadamente a todos los demás. Se avisó al P. Pavel, que salió por la puerta, pero a los cinco minutos ya se había colado por la ventana. Chiara no tuvo más remedio que aceptarlo y seguir hablando. Por cierto, cosas fortísimas.
“Nos veremos en la Mariápolis”, le dijo el P. Novo al despedirlo.
Efectivamente, en la Mariápolis de 1954, que se llamó la “Giapoli” (Ciudad de Jesús Abandonado), apareció el famoso P. Pavel. Se colaba por todos lados, quería descubrir todos los secretos de aquella misteriosa nueva vida. Y repetía: “Ustedes no lo saben, pero yo tengo que hacérselo comprender: aquí está el instrumento suscitado por Dios para los males del Cuerpo Místico”. Y a toda costa quería hablar con Chiara.
Chiara finalmente lo llamó y lo escuchó a fondo: “Ustedes no lo saben, pero yo se lo tengo que decir. Esta es la Obra que Dios ha suscitado como remedio contra los males del Cuerpo místico; este es el anticomunismo, es la Iglesia para la anti-iglesia del comunismo” Y Chiara: “Nosotros no sabemos; sabemos sólo que queremos vivir con Jesús en medio, vivir a Cuerpo místico”. (Nota: “Nadie pensaba en aquella Mariápolis que su vida tuviera que tener una función anticomunista: nadie quería estar contra nadie”. “Un pueblo nacido del Evangelio”, p. 283) –“Sí, pero este es el remedio del comunismo, insistía el P. Pavel. Allí está el cuerpo místico de Satanás; aquí está el Cuerpo místico de Cristo. Y este es el secreto. El secreto de ellos es la unidad; y el secreto de Dios es la Unidad”.
Chiara para tranquilizarlo, le propuso: “Mire, Padre, vamos a hacer así. Nosotros no sabemos lo que somos ni lo que Dios quiere de nosotros. Queremos sólo hacer la voluntad de Dios. Como tales, nos ponemos entonces en las manos de la Virgen para que Ella actúe. Nosotros no hacemos ningún proyecto. Nos consagramos al Corazón Inmaculado de María, para que Ella haga de esta Obra lo que esté en el designio de Dios”.
Así nació la Conjura, un pacto estrecho entre poquísimas personas: algunos focolarinos y focolarinas más maduros y algunos sacerdotes y religiosos.
Era el 22 de agosto de 1954, fiesta del Corazón Inmaculado de María. La tarde de aquel día, toda la Mariápolis se consagraba al Corazón Inmaculado de María para que Ella llevara a cumplimiento la voluntad de Dios sobre la Obra.
En ese momento, el P. Pavel reveló su verdadera identidad. Era un obispo de la Iglesia del silencio (¡1!). Consagrado mientras estaba preso en una cárcel comunista de Eslovaquia, había trabajado en la organización de la Iglesia del silencio. Fue como un rayo a cielo abierto. Nadie de nosotros sospechaba tal cosa. Y quedó como un secreto guardado celosamente hasta que fue de dominio público en el Concilio Vaticano II. Esto explicaba el ansia de su alma: se sentía responsable, ante Dios, como pastor de aquella Iglesia.
De esta “Conjura” nació la Liga sacerdotal y religiosa. Lo cuenta Eli:
“En esos años, dado que el Movimiento estaba siendo todavía estudiado por la Iglesia, el obispo Gawlina, el P. Pavel (lo llamamos después “Padre María”), el P. Nazareno y el P. Novo, dieron vida a la Liga Mystici Corporis, bajo cuya estructura el Movimiento pudo seguir desarrollando sus propias actividades. Siguieron años duros especialmente para nuestros sacerdotes y religiosos”.
La “Liga” intentaba encarnar lo que había nacido, para sensibilizar, primero a nosotros mismos (no sabíamos cómo), y después a las demás personas que Dios iría poniendo en nuestro camino.
En aquel período, Igino Giordani (Foco), recibió el encargo por parte del Vicariato de Roma de fundar una revista para el ecumenismo,” Fides”, una revista algo polémica, en defensa de la fe. En esa secretaría surge la posibilidad de que el grupo que trabajaba con Foco se convirtiera en la primera célula de lo que tuviera que nacer. El P. Novo era secretario. Estaba el P. Pavel. Tenían que servirse de los religiosos para trabajar entre el clero y de los focolarinos para desarrollar esta actividad en los diversos ambientes.
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Una vez regresados a Roma, la Obra siguió adelante.
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P. Novo, destinado a Palestina
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La Mariápolis del ’55 fue maravillosa. Es la primera vez que se la llamó Mariápolis. Fue un despliegue de la Obra de María, un concretizarse de la Conjura. Por primera vez un focolarino pudo entrar en “el telón de acero” para una misión de la Iglesia. Todo había madurado naturalmente. Siendo su trabajo el comercio, se decidió que él importase mercancía de telón de acero. Hizo un viaje por invitación del Gobierno para ver el material y tomar acuerdos. Era una de las primeras veces que alguien de Occidente iba a Oriente para realizar esos contratos. Fue una gracia de Dios.
Aquel año, la marquesa Pacelli, hermana de Pio XII, había invitado a Chiara a acompañarla a Fátima en peregrinación. Fueron Chiara y Foco. Con esa ocasión se puso de relieve lo que había dicho en Fátima: “Finalmente mi Corazón Inmaculado triunfará”. Tendría que triunfar en Rusia porque Rusia se convertiría
La vocación de revivir a María era fuerte en el alma de todos, lo mismo que el deseo de preparar este triunfo del Corazón Inmaculado de María. Había que sensibilizar a toda la Iglesia de Occidente sobre el problema de la Iglesia del silencio; había que hacer algo para hacer sentir a nuestros hermanos del “otro lado del Telón de Acero” que la Iglesia libre vivía para ellos, darles ánimos para ser Iglesia en cualquier situación.
En Roma el P. Pavel y alguna otra autoridad eclesiástica pensaban en hacer algo para que al menos una voz de la Iglesia de Occidente llegase a la Iglesia del Silencio: una voz reconfortante de sostén, de amor. Fue por eso por lo que al P. Pavel le empezamos a llamar Padre María. La misión de la Virgen de aplastar la cabeza de la serpiente (el comunismo, que decía él).
Le dieron el encargo de organizar algo, una especie de Secretaría para la Iglesia del Silencio, con la misión de sensibilizar a la Iglesia sobre el problema del comunismo.
El P. María fue a hablar con el Padre General de los Franciscanos, P. Sepinski, para exponerle la situación. Quedó impresionado. Y llamó enseguida al P. Novo a Roma para trabajar en este Comité. Y lo mismo sucedió con el P. Nazareno. Estaba en Roma en aquel período Mons. Gawlina, obispo polaco, vicario castrense de las tropas polacas libres en tiempo de la guerra. A él le confió la Santa Sede presidir esta Secretaría que se llamó el “Comité”.
…
Fiera di Primiero. Mariápolis 1956.
El P. Novo vuelve de Palestina. Allí estaba Mons, Gawlina, el P. María y todo el grupo de sacerdotes y religiosos. Todos integrados en la Obra, pero con un fin, lo que se llamaba “el fin específico de la Obra”. Eso exigía de nosotros no tanto un trabajo cuanto “ser”. María no piensa en aplastar la cabeza de la serpiente, les decía Chiara; como Madre de Dios, de por sí, ya la aplasta. Ella es, y, porque es, aplasta la cabeza de la serpiente. Dios no nos pide un trabajo; nos pide “ser”, tener siempre a Jesús en medio, revivir a María. Este es nuestro método para combatir el comunismo, “Combatir” significaba recuperar a todos aquellos hermanos nuestros, atraerlos a una “trampa” y hacerles caer dentro y conquistarlos a todos.
De esta manera se iluminaba la fisonomía del “comité”.
Después de la Mariápolis, puesto que el P. Pavel estaba liberado, y lo mismo el P. Nazareno y el P. Novo, se hizo el primer focolar de los religiosos, al que pertenecían también don Sebastano (Micor), don Leonardi, el P. Cick, etc.
El “Comité” era, como entonces se decía, el sombrero bajo el cual trabajaba toda la Obra. Toda la Obra, por tanto, se expresaba a través de aquel grupo de religiosos que vivían en el seno de la Obra, el mismo espíritu.
Como religiosos, para hacer bien las cosas, tenían la voluntad de Dios de sensibilizar a toda la Iglesia en el problema del comunismo. La Obra sentía que, en su vivir y en su obrar, debía ser el alma de aquella actividad que se nos había confiado.
Luego nacieron las Jornadas: Tres domingos al mes organizaban “Jornadas” en distintas ciudades a las que invitaban a todos. Era la llamada “Escuadra” (es decir, Jesús en medio) compuesta por un religioso, un sacerdote de la “Liga”, una focolarina, un focolarino y un casado. Los demás de la Obra hacían de fermento en la masa de aquellos que participaban.
Se comenzaba por la mañana con la misa y se terminaba por la tarde. Y se hablaba. Cada vez sobre un tema. La Jornada tenía un título. Todos los temas se presentaban bajo distintos aspectos.
Este trabajo lo organizaba la Liga. Se trataba de un trabajo de Obra, pero expresado por el sacerdote que era la Liga. Eso en las relaciones oficiales, hacia el “exterior”. Al “interior”, sin embargo, el centro de unidad era la focolarina. Ella era el alma de la Escuadra. Y quien gobernaba era Jesús en medio.
(1) Nota de Carlo Casabeltrame: “Yo tuve la suerte de estar presente a estos acontecimientos históricos. Chiara quedó muy impactada por la homilía del Obispo polaco. Contó su experiencia en el campo de concentración, y de la conversión de los campesinos rusos por la fe de los soldados polacos”.
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