Como hace el autor, las reflexiones de este libro sólo nos servirán si nos estimulan para que efectuemos un análisis autocrítico que descubra las motivaciones profundas de nuestras aspiraciones, de esas “metas económicas” que, a veces, son las impulsoras reales de nuestros proyectos vitales, humanos, profesionales, sociales, políticos o religiosos. El autor se refiere a los criterios que aplican los alumnos para elegir las titulaciones y los centros universitarios más prestigiosos en los Estados Unidos pero, sin duda alguna, sus comentarios son aplicables a las demás decisiones que adoptamos en los demás niveles y ámbitos profesionales. Es normal que todos elijamos los caminos que nos conducen al “éxito” pero también es frecuente que ese “éxito” comporte el freno y, a veces, la parálisis del crecimiento humano y, por lo tanto, la frustración y la pérdida del bienestar personal, familiar y social.
Este ejercicio de introspección nos anima para que cada uno de nosotros nos adentremos en nuestro mundo interior y allí, en la soledad de la conciencia, reflexionemos sobre el riesgo de dejarnos arrastrar por ese afán de éxito “atrapados en una burbuja de posibles privilegios” que nos roban lo más valioso de nuestra libertad para construir un futuro realmente provechoso y gratificante.
Hemos de tener claro que, con mucha frecuencia, la lucha por el éxito impide el verdadero aprendizaje de la vida porque hace que olvidemos que la educación es -debe ser- la senda por la que una sociedad articula y transmite sus ideales, esos contenidos fundamentales para el bienestar personal, familiar y social. Importantes, a mi juicio, son las pautas que traza para orientar a los alumnos en la búsqueda de caminos que le ayuden a crecer como seres humanos que, desprendidos de las “garras del sistema vigente”, se formen como seres libres de esas influencias tóxicas que, alimentando el miedo, la ansiedad, la depresión y el vacío, conducen a la soledad y a la falta de sentido.
Como el autor señala, la ausencia en nuestros vocabularios de la palabra “ideales” es indicativa de la devaluación de nociones tan importantes como “justicia”, “belleza”, “bondad”, “bien”, “verdad” que, como es sabido, constituyen las bases de una vida humana, del bienestar psicológico, de la convivencia familiar y de la paz social. Por eso nos llama la atención sobre la sustitución del término “virtud” por otro algo más “ligero” como “valor”. Tras la lectura de este libro he llegado a la conclusión de que las aspiraciones profesionales y la elección de centros de estudio y de proyectos profesionales aplicando criterios preferentemente económicos, además de ser una ingenua simplificación del bienestar humano, entraña un empobrecimiento dañino de la vida individual y social. La experiencia nos muestra cómo cuando mutilamos el cuerpo de los principios éticos, sociales y religiosos, se resiente todo el equilibrio personal y se derrumba, incluso, la estructura de la vida familiar: nos hacemos más vulnerables porque perdemos de vista que la vida humana posee unos contenidos morales, sociales y religiosos que son complementarios y que, cuando olvidamos o prescindimos de cualquiera de ellos, se devalúan los demás bienes personales y colectivos.
Este ejercicio de introspección nos anima para que cada uno de nosotros nos adentremos en nuestro mundo interior y allí, en la soledad de la conciencia, reflexionemos sobre el riesgo de dejarnos arrastrar por ese afán de éxito “atrapados en una burbuja de posibles privilegios” que nos roban lo más valioso de nuestra libertad para construir un futuro realmente provechoso y gratificante.
Hemos de tener claro que, con mucha frecuencia, la lucha por el éxito impide el verdadero aprendizaje de la vida porque hace que olvidemos que la educación es -debe ser- la senda por la que una sociedad articula y transmite sus ideales, esos contenidos fundamentales para el bienestar personal, familiar y social. Importantes, a mi juicio, son las pautas que traza para orientar a los alumnos en la búsqueda de caminos que le ayuden a crecer como seres humanos que, desprendidos de las “garras del sistema vigente”, se formen como seres libres de esas influencias tóxicas que, alimentando el miedo, la ansiedad, la depresión y el vacío, conducen a la soledad y a la falta de sentido.
Como el autor señala, la ausencia en nuestros vocabularios de la palabra “ideales” es indicativa de la devaluación de nociones tan importantes como “justicia”, “belleza”, “bondad”, “bien”, “verdad” que, como es sabido, constituyen las bases de una vida humana, del bienestar psicológico, de la convivencia familiar y de la paz social. Por eso nos llama la atención sobre la sustitución del término “virtud” por otro algo más “ligero” como “valor”. Tras la lectura de este libro he llegado a la conclusión de que las aspiraciones profesionales y la elección de centros de estudio y de proyectos profesionales aplicando criterios preferentemente económicos, además de ser una ingenua simplificación del bienestar humano, entraña un empobrecimiento dañino de la vida individual y social. La experiencia nos muestra cómo cuando mutilamos el cuerpo de los principios éticos, sociales y religiosos, se resiente todo el equilibrio personal y se derrumba, incluso, la estructura de la vida familiar: nos hacemos más vulnerables porque perdemos de vista que la vida humana posee unos contenidos morales, sociales y religiosos que son complementarios y que, cuando olvidamos o prescindimos de cualquiera de ellos, se devalúan los demás bienes personales y colectivos.
[ William Deresiewicz
El rebaño excelente
Madrid, Rialp, 2019].
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