Entrevista realizada por Julio Ruiz a Pedro Casaldáliga y publicada en Noticias Obreras número 1.460-63 (jun-sept 2008), en las páginas 46 a 51.
De Pedro Casaldáliga, obispo emérito de Sao Félix (Brasil) -donde sigue viviendo-, se dice que es místico, poeta y uno de los líderes de la Teología de la Liberación. Con 80 años y aquejado de un incipiente parkinson, sus palabras rezuman tanto amor al Evangelio y a los pobres que siempre merecen la pena ser tenidas en cuenta. En esta ocasión también se dirige a la HOAC.
¿Cómo fue su llegada a Brasil y al Mato Grosso?
Llegué en enero de 1968 y Medellín fue en octubre. La Santa Sede (que es santa y es pecadora también) pedía a los claretianos que abriesen una misión en esta región. El superior general -que era un alemán que me quería mucho con el que yo había sido impertinente durante toda la carrera: que quería ir a misiones, que quería ir a misiones, me llamaba «vir desideriorum», hombre de deseos- dijo que Brasil era un país de muchos desafíos y de mucho futuro, tanto como sociedad cuanto como Iglesia, y es verdad.
Automáticamente Brasil tiene una cierta hegemonía, hasta por el tamaño, por las posibilidades y por la historia que ha vivido. Está lo más rico y lo más pobre. Las posibilidades son muchas: tenemos todos los tipos de climas, mucha agua, mucho sol, mucha injusticia, mucha miseria. Es un país emergente. Ahora ya no se habla de Brasil simplemente como tercer mundo. Ya se habla de Brasil al lado de China, al lado de India. Cada país es lo que es, pero Brasil por el tamaño y las posibilidades es un país que significa.
Como decía, en enero del 68 vinimos el compañero Manuel Luzón y yo. Hicimos el curso de cuatro meses del CFI (Centro de Formación Intercultural). Nos instalamos en esta región que es entrada de la Amazonía, llamada Amazonía legal y nos tocó vivir la entrada de la dictadura militar. Era la entrada del latifundio; fue una especie de ensayo de latifundio con los incentivos fiscales que daba el gobierno.
Y en la Iglesia estábamos viviendo las consecuencias del Vaticano II y Medellín, que fue prácticamente nuestro Vaticano II. Hubo mucho Espíritu Santo de por medio y gente lúcida, abierta; el clima era bueno, a pesar de toda la violencia. Se vivió un cierto clima de profecía, de inserción, de superación de barreras. Incluso aquí en Brasil para muchos hablar de comunismo o de marxismo no espantaba tanto, porque también el propio marxismo aquí en América Latina se vivió de un modo mucho más popular, mucho menos soviético.
y te nombran obispo…
Me nombran obispo el 23 de octubre de 1971, cuando lanzamos aquella carta pastoral que titulamos “Una Iglesia de la Amazonía en conflicto con el latifundio y la marginación social”. Yo había escrito en el año 70 un documento de dos páginas muy sentido, porque empezaba a descubrir más en profundidad el mundo de los peones de las haciendas. El documento se titulaba “Feudalismo y esclavitud en el norte del Mato Grosso”.
El nuncio me elogió, pero me dijo que no publicara eso, que perjudicaría la imagen de Brasil. Lo incluimos después en la carta pastoral. Llevaba las dos palabras: feudalismo y esclavitud. Algunos decían que hablar de feudalismo era una ignorancia trasnochada. Aquello que se vivió históricamente, se dio en otras condiciones, pero no dejaba de ser esclavitud. Fijaos que ahora cada dos por tres se descubren casos de trabajo esclavo, trabajo degradante, en la Amazonía y en todos los países.
Hablemos de la Prelatura, de Sao Félix, de su estructura y organización.
Prelazia o Prelatura aquí en Brasil son diócesis, verdaderas diócesis con obispo en la Amazonía. Ahora tenemos 14. Sólo en Brasil existe ese tipo de figura, porque se habla también de prelatura y prelados en otros países del mundo pero no tienen el contenido y significado que aquí.
El pueblo cristiano se agrupa en comunidades eclesiales de base (CEB), que escogen a sus responsables en el Consejo Pastoral local, regional y general. También está la Asamblea de la Prelatura, formada por todos los equipos pastorales y todos los responsables de los consejos regionales (entre 120-130 personas). Existen nueve equipos pastorales que animan la pastoral de cada región. Hay pocos sacerdotes y ello obliga a formar líderes laicos y a preparar comunidades (según la eclesiología del Vaticano II). La pastoral tiene un fuerte componente social y político y abarca todos los órdenes de la vida de manera integrada.
Vivimos de la ayuda de fuera, de la solidaridad. Incluso hemos pensado varias veces qué podríamos inventar para que rindiese algo y no tener que vivir sólo de limosna, de solidaridad qué podíamos inventar aquí, ¿una hacienda?, ¿te vas a poner codo con codo con los hacendados? Imposible. Incluso, varias veces nos han dicho “¿por qué no compráis esa emisora de radio local que alcanzase toda la dimensión de la Prelatura?”. Pero el problema no es comprar la emisora, que habría entidades en Europa que nos pagarían la compra, el problema es mantenerla.
Hace varios años que tenemos tres prioridades: formación, en todos los sentidos de la palabra; autonomía personal y económica y pastoral socio- política… A veces hemos dicho bromeando (y es verdad): si cada católico adulto diese un real por mes, doce reales al año, mantendríamos económicamente la Prelatura. A lo largo de los siglos la Iglesia-pueblo ha tenido experiencias de imperios que subvencionaban, “Francos” que subvencionaban, y el pueblo de la Iglesia católica no fue educado en mantener su Iglesia.
¿Cómo ha ido respondiendo la Prelatura de Sao Félix a la realidad social de cada momento?
Se fundó la CPT (Comisión Pastoral de la Tierra), se fundó el CIMI (Consejo Indigenista Misionero). Nosotros seguimos con una pastoral muy politizada y ha habido críticas. Quizá sí que a veces fuimos muy politizados en el sentido de que a veces fuimos menos “espirituales” (dejemos las cosas en su lugar), quizá no supimos conjugar.
Nos hemos preguntado muchas veces en reuniones del CIMI, CPT, Pastoral Operaria, reuniones de Iglesia o del movimiento popular, hasta qué punto era legítima la suplencia, hasta dónde debería llegar; aquella historia famosa del “pescado”: enseñar a pescar o dar pescado… Yo creo que en última instancia primero hay que dar pescado, para que tengan fuerza para andar y llegar hasta el río; habrá que comprarles quizá los instrumentos de pesca porque no tienen ningún tipo de infraestructura, no tienen condiciones ningunas para reclamar, para abrirse espacio…; después habrá que enseñarles, sobre todo a apoderarse del río.
Entonces, no se trata de suplir ahogando las iniciativas. Tanto en el CIMI, como en la CPT que instituimos varios compañeros obispos con esa conciencia y esa voluntad de asesorar, estimular, prestar nuestra voz donde ellos no podían tener voz. Fueron apenas “consejos”, “comisiones”. Nosotros creíamos en la importancia, sobre todo en esta América, de estimular las bases del movimiento popular y que los cristianos entrasen de lleno en el movimiento porque ya no sería suplencia del clero, sino vivencia cristiana dentro de las necesidades frente a las injusticias y en las reivindicaciones.
Muy agradecidos por la publicación.
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