El tema de la descristianización de Europa preocupa y creo que es necesario crear conciencia social de la importancia que tiene para la vida de todos que en Europa estén vigentes los valores cristianos que modelaron su cultura.
Estamos iniciando un nuevo año, que deseo a todos muy feliz, y que podamos dejar atrás los penosos días del año que acaba de terminar. Son éstas, fechas para balance y para plantear nuevos objetivos para el año. Entre los muchos acontecimientos vividos en el año que termina he elegido el tema de Europa para esta reflexión. Creo que el balance de la Unión Europea en este último año no es muy positivo. Muchos han sido los asuntos que no se han resuelto satisfactoriamente, a mi juicio. En la gravísima crisis sanitaria surgida a consecuencia de la COVID-19 ha faltado una respuesta pronta, común, eficaz y solidaria; en el caso de la emigración tampoco se ha adoptado una política conjunta, justa, humanitaria y equitativa. Las negociaciones con el Reino Unido para una salida acordada tampoco han sido acertadas ni ha satisfecho a todas las partes y han suscitado temores e incertidumbres. Por otra parte el Parlamento Europeo so pretexto de la defensa de los Derechos Humanos ha adoptado como principio directivo la “ideología de género”, con la pretensión de que sea norma en todos los países de la Unión aun en contra de la posición de algunos, de sus miembros, como Polonia.
Ante este somero balance, que soy consciente de que es muy fragmentario e incompleto me pregunto: “¿A dónde vas, Europa?” ¿Es ésta la visión que animaba a los Padres de la Unión Europea, -De Gasperi, Adenauer, Schuman…- al emprender el sueño de una Europa unida?
Ya San Juan Pablo II en el acto europeísta celebrado en la catedral de Santiago de Compostela el 9 de noviembre de 1982 ante “representantes de organizaciones nacidas para la cooperación europea” y ante “hermanos en el Episcopado de las distintas Iglesias locales de Europa” afirmaba: “no puedo silenciar el estado de crisis en el que se encuentra, al asomarse al tercer milenio”. “La crisis alcanza la vida civil como la religiosa. En el plano civil Europa se encuentra dividida... La vida civil se encuentra marcada por las consecuencias de ideologías secularizadas, que van desde la negación de Dios, o la limitación de la libertad religiosa o la preponderante importancia atribuida al éxito económico respecto a los valores humanos del trabajo y de la producción ; desde el materialismo y el hedonismo, que atacan los valores de la familia prolífica y unida, los de la vida recién concebida y la tutela moral de la juventud, a un “nihilismo” que desarma la voluntad de afrontar problemas cruciales como los de los nuevos pobres, emigrantes, minorías étnicas y religiosas, recto uso de los medios de información,
La situación de nuestro continente que nos describe San Juan Pablo II en el ya lejano 1982, no ha mejorado, más bien al contrario, en algunos aspectos ha empeorado. Y con voz enérgica afirmaba: “Yo, obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades.”
Sería un buen proyecto para el año que acabamos de comenzar, el emprender, cada uno desde su situación personal y social, esta reconstrucción de la unidad espiritual, revivir los valores auténticos, contribuir a que Europa vuelva a encontrarse.
Rafael Serrano Molina
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