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lunes, 11 de abril de 2022

#CampañaXtantos: Conoce la historia de Blanca, hondureña acogida por la Diócesis de Cádiz y Ceuta



Blanca, hondureña de 37 años, sabe lo que es comenzar de cero. Llegó a España sola, sin trabajo ni apoyos, y cayó en una depresión. Todo cambió cuando entró en contacto con la parroquia San Antonio de Padua y las hermanas Reparadoras. “Han estado conmigo en las buenas y en las malas”, recuerda alguien que hoy tiene su “tiendecita”, es autónoma y vive junto a su familia en Cádiz.

“Ahora soy otra persona”. La hondureña de 37 años dejó a su familia en su país cuando tenía 32 y atravesó el Atlántico en busca de un mejor futuro, aún se emociona al recordar cómo ha mejorado su vida gracias a la Iglesia desde que llegó a España. Los tres primeros meses en Cádiz, donde vive, fueron muy duros. Ahora, afortunadamente, vuelven a estar todos juntos: ella, su marido, sus tres hijos de 19, 15 y 12 años, y un nieto de cinco meses nacido en España.

«Me pusieron en contacto con el padre Gabriel, coordinador de la Fundación Tierra de Todos. Él miraba siempre por los inmigrantes y velaba por nuestros derechos. Nos ha apoyado económica y espiritualmente en todo momento. Gracias a él, al padre Óscar González, de la parroquia San Antonio de Padua, y a las hermanas Reparadoras, que han estado conmigo en las buenas y en las malas, pudimos reagruparnos. Hoy, tengo mi tiendecita y soy autónoma. Acompañar, servir y proteger, como dice el Papa: eso es lo que me han dado todos”, explica agradecida.

«El comienzo fue duro, pero salí adelante gracias a la diócesis, a mi parroquia y a las monjas reparadoras»

Blanca consiguió la ayuda de las hermanas Reparadoras cuando acudió a ellas ante su desesperación por conseguir un trabajo digno: “Las monjas fueron mi salvación. Me pusieron en contacto con el Secretariado Diocesano de Migraciones y fue lo mejor que me pudo pasar”. Después, la acogieron en la parroquia de San Antonio de Cádiz, donde la comunidad le quiso desde el primer momento: “Me abrazaban, me daban el cariño que necesitaba”.

Blanca pidió ayuda psicológica para mejorar el frágil estado emocional en el que se encontraba, y la Diócesis se la proporcionó. Consiguió su segundo trabajo con una familia de la parroquia, a la que estará eternamente agradecida. “Me preguntaban cómo podían ayudarme porque me veían mal y yo siempre les decía que lo único que me podía curar esa depresión era estando con mi familia. Incluso me plantee volver a mi país”, remarca.

“Acompañar, servir, proteger: es lo que me han dado todos. Hoy, tengo mi tiendecita y soy autónoma”La sorpresa para Blanca fue que la propia Diócesis le propuso traer a España a su familia. La parroquia le regaló parte del coste del viaje, la familia con la que trabajaba le adelantó el sueldo y también varias parroquias de los alrededores colaboraron con aportaciones económicas. Ella, por su parte, pidió a su marido que vendiera todas las pertenencias personales que tenían en Honduras: “Fue toda la Diócesis [de Cádiz y Ceuta] la que me ayudó… Cáritas, Migraciones y muchas parroquias. Al final lo conseguí y el encuentro con mi familia fue tan maravilloso que no tengo palabras para explicarlo”.

Blanca tiene grabado en su corazón al padre Gabriel, el que fuera delegado de migraciones de la diócesis, quien le consiguió una casa para vivir en Cádiz, se preocupó de que no les faltara comida o uniformes para el colegio de sus hijos. También tiene muy presente al padre Óscar, párroco de San Antonio, y a las hermanas Reparadoras.

A día de hoy, la fe juega un papel fundamental en la vida de Blanca y desea que se conozca todo lo que han hecho por ella y su familia: “Llegamos solos, como migrantes, pero no estamos solos”. Para esta hondureña, la Iglesia representa un papel importante en su vida: “Es parte de mi familia, un hogar que acoge y acompaña tanto desde el punto de vista económico como espiritual”. “Hasta han ayudado a mi padre, que enfermó en mi país, enviándoles las medicinas que necesitaba”, subraya conmovida ante tanta generosidad.

 

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