Según los sociólogos, ser y ejercer de padre tropieza con nuevas dificultades en estos momentos. Para valorar la importancia de ser padre, deberíamos tener en cuenta que esta función, uno de los ejes importantes de la identidad masculina, influye de manera decisiva en nuestra manera de ver y de vivir las realidades cotidianas. Partimos del supuesto de que la paternidad no solo consiste en dar origen a la vida de los hijos sino que también entraña la responsabilidad de ejercer las difíciles tareas de cuidar, acompañar, alimentar, proteger y educar.
Jacques Philippe nos explica cómo la paternidad del sacerdote tiene sentido cuando está al servicio de la paternidad divina y cómo, por eso, ha de ejercerla como humilde servicio: no se trata de hacer a los fieles sus hijos sino hijos de Dios. El punto de partida de su reflexión es el análisis de un hecho constatado durante su dilatada experiencia pastoral: que todos los hombres y todas las mujeres necesitamos encontrar a ese padre en quien apoyarnos y por quien ser reconocidos, amados y animados. Sin paternidad misericordiosa es insoportable la vida de quienes experimentamos nuestra radical debilidad, porque nos resulta difícil administrar la libertad y es complicado reconocer la fraternidad.
Importante, a mi juicio, la senda -aparentemente paradójica- que traza para merecer y alcanzar la condición de “padre”: que nos sintamos plenamente hijo de Dios y de la Iglesia, que nos reconozcamos hermanos de todos los seres humanos. En resumen, que vivamos las Bienaventuranzas, que actuemos como servidores, que aceptemos las propias deficiencias y las ineludibles limitaciones: que profesemos con hechos más que con palabras las virtudes teologales, la fe, la esperanza y la caridad.
En mi opinión, la lectura atenta de este libro puede arrojarnos luz para que identifiquemos las raíces de la crisis que, en algunos ambientes, está sufriendo la figura del padre quizás porque se descalifica y rechaza el autoritarismo sin tener en cuenta las importantes funciones -“misiones”- que puede y debe ejercer. Estoy convencido de que la ausencia de la figura del padre trae consecuencias dolorosas en la vida de los que necesitamos referencias, modelos y pautas de comportamientos. Si ahondamos en las raíces de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos podemos descubrir que se nutren, aunque no siempre de una manera consciente, en los modelos que hemos heredados de nuestros padres.
José Antonio Hernández Guerrero
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