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jueves, 10 de agosto de 2023

Mons. Zornoza: «Hemos quedado marcados por una gracia que nos hace comprender el amor del Señor por nosotros»

 


La Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa llegó a su punto culminante el pasado domingo, superando todas las expectativas de participación. Mons. Rafael Zornoza, en su regreso, hace una valoración general de lo que ha supuesto la peregrinación de más de 200 jóvenes de nuestra diócesis:

Recién llegado de Lisboa donde ha participado con los jóvenes de la JMJ ¿qué impresión nos puede transmitir?

La experiencia de la JMJ de Lisboa ha marcado profundamente a los jóvenes y quedará mucho tiempo como un recuerdo memorable para impulsar nuestra fe: la presencia multitudinaria de jóvenes de todo el mundo, la fácil convivencia y el compartir, las capillas de adoración del Santísimo, las confesiones, las catequesis y la reflexión compartida con tantos grupos de distintas naciones y culturas, las guitarras y cantos improvisados en plazas y calles, el espectacular Via Crucis de deslumbrante belleza artística, las celebraciones con el Santo Padre, los testimonios de jóvenes sufrientes pero entregados y fieles al Señor. Todo ello ha conformado un tiempo de experiencias de encuentro, de amistad y descubrimientos, y una impresión casi desconocida de la catolicidad de la Iglesia abierta a todos y gozosa de compartir. Creo que todos los jóvenes deberían vivir al menos una JMJ en su vida.

¿Qué ha enseñado el Papa a los jóvenes?

En este ambiente único que transparenta lo mejor de la Iglesia, Francisco nos ha recordado que somos amados y por eso llamados a la vida y a la fe, al seguimiento de Cristo, y que su amor gratuito nos empuja a caminar en esperanza y sin miedo por la vida.  Ha invitado a los jóvenes a amar como Jesús en el camino de la vida, a caminar con Jesús que nos ha enseñado a avanzar curando a los enfermos, atendiendo a los pobres, predicando, y murió en la Cruz por amor. Es el signo del amor más grande.


Francisco nos ha animado a abrir nuestro corazón para sentir el consuelo de Jesús y consolar a los demás superando el individualismo y la indiferencia, porque nadie sobra en la Iglesia que quiere abrazar a todos. Finalmente nos ha enviado al mundo sin rendirnos ni mirar atrás, arriesgando. La aventura experimentada en la Jornada Mundial de la Juventud ha quedado así abierta a una aventura mayor, universal, apostólica. Se trata de la misión que Cristo ha encomendado a la Iglesia y que el Papa ha puesto en manos de los jóvenes. Haciendo patente el amor de Jesús ha provocado a los jóvenes para vivir la vida intensamente, ayudando a los demás, arriesgando sin miedo, levantando a los caídos y sufrientes, lanzándose a una misión.

¿Cree que lo vivido tendrá una proyección de futuro en la Iglesia?

Sin duda ha sucedido algo extraordinario que no lo comprende quien solamente pueda haber seguido el acontecimiento por los medios de comunicación. Hemos quedado marcados por una gracia que nos hace comprender el amor del Señor por nosotros, la comunión en la Iglesia y la urgencia de la misión. La impresión que hemos recibido marca la vida, sin duda, y permanecerá mucho tiempo. La perseverancia en la misión y los propósitos que nazcan de este acontecimiento en cada uno dependerá en gran medida en la integración de cada cual en la pastoral diocesana, en las parroquias y comunidades capaces de acompañar en la fe y hacerla madurar, con creatividad para hacer experimentar compromisos compartidos donde poner el corazón y las obras de modo que madure en la práctica el mandamiento del amor.

¿Lo que han vivido nuestros jóvenes influirá en la pastoral diocesana?

Sin ninguna duda, estoy convencido, porque nos llena de esperanza y nos ha hecho mejores. También porque han gustado la Iglesia y la aman ahora más. He de decir que estoy muy agradecido a quienes acompañan a los jóvenes –sacerdotes, catequistas, monitores— y muy especialmente a la Delegación Diocesana de Juventud que viene haciendo durante muchos años un esfuerzo apostólico encomiable con una pedagogía capaz de iniciar a los jóvenes como discípulos de Jesús y promover apóstoles convencidos.

La gracia que han recibido ahora quienes han participado puede crecer gracias a la vida de fe que ya experimentan en sus catequesis, peregrinaciones o campamentos de verano, y abundará próximamente en mayores frutos que beneficiarán a toda la diócesis. Pero no podemos olvidar que la Iglesia cuenta con nosotros para que nada de lo recibido caiga en el vacío, sino que de frutos de santidad. Ninguna Jornada Mundial de la Juventud es un momento aislado que se pierde en el recuerdo, sino una experiencia que se suma a las anteriores y nos ayuda a crecer, y facilita que los jóvenes de cada momento pasen el testigo de la fe a los siguientes, con alegría e identidad de cristianos.


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