Hoy domingo 25 de julio se celebra la primera Jornada Mundial de los abuelos y las personas mayores instituida por el Papa Francisco y que se realizará cada año el cuarto domingo de julio, en la cercanía a la fiesta de los santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.
Esencialmente, era un hombre de Dios y amaba la Iglesia, pero no hablaba mucho de esas cosas. Lo que yo había notado en él era su amor para con todos y su amor particular conmigo, su nieta. Su forma de vivir tuvo un gran efecto en mí e influyó mucho en las decisiones que tomé luego. Ahora, mi marido Declan y yo somos abuelos. Los padres de nuestros cuatro nietos han optado por no educar a sus hijos en la fe en Dios. Nosotros respetamos sus decisiones, mientras tratamos de descubrir nuevas maneras para transmitir los valores de la fe, ofrecidos con creatividad y amor, y en forma amena.
Una manera es la de pasar tiempo con nuestros nietos allí donde viven, en París. El Papa Francisco nos dice: «El tiempo es más grande que el espacio». Como nuestros cuatro nietos viven en el extranjero, el tiempo que pasamos con ellos es aún más importante. En ese tiempo que pasamos juntos, tratamos de amar a nuestros nietos con paciencia, ternura, bondad, misericordia y perdón.
Nosotros también experimentamos su amor y su misericordia. Lógicamente, estamos lejos de la perfección y cometemos muchos errores en el camino, y en la vida familiar no podemos escondernos detrás de una máscara. Nuestros nietos pueden ver nuestra autenticidad o la falta de ella.
Cuando vamos a verlos nos sentamos todos juntos a la mesa para la cena. Pero a veces nuestro hijo, una persona que nos impresiona por el amor que tiene con todos, instaura discusiones polémicas con nosotros. Nuestros nietos pueden ver cómo respondemos en estas situaciones, si tratamos sólo de ganar puntos sobre el otro o si tratamos de tener un verdadero diálogo. Muchas veces no lo logramos, pero intentamos ponernos en los zapatos de nuestro hijo, escuchando bien, perdonándole algunas observaciones ultrajantes, sirviéndole otro vaso de agua, llevando la discusión a una instancia positiva. Cuando conseguimos poner en práctica todo eso, y nuestras acciones están inspiradas por el amor, esperamos que nuestros nietos lo perciban.
Una segunda manera de transmitir nuestra fe es compartir cosas importantes con nuestros nietos. Pasar tiempo con ellos nos permite hablar, cuando es el momento, “de cosas importantes con simplicidad y paz” (Amoris Laetitia 260).
Tratamos de tener la fuerza de decir lo que es realmente importante para ellos. Ellos también pueden plantearnos a nosotros cosas significativas, si estamos atentos para escucharlos. De esta manera podeos tener breves diálogos con ellos, como entre amigos. “Nada de largas prédicas, son suficientes pocas palabras», dice Chiara Lubich, fundadora de los Focolares.
Un tercer camino es la oración. No estamos en condiciones de rezar con nuestros nietos, pero por supuesto podemos rezar por ellos. Y cuando salimos juntos a pasear, a veces podemos visitar una iglesia. Una vez entramos en un templo justo en el momento de una adoración eucarística y recibieron la bendición. Hemos gozado con ellos el silencio de estar en una iglesia. Se dan cuenta de que nosotros vamos a misa y en alguna oportunidad nos pidieron para ir con nosotros.
Nuestros nietos no leen la Biblia, pero para Navidad recibimos un hermoso libro pop-up para niños y les leímos la historia de la Navidad, que nunca habían oído. Tal vez la única Biblia que pueden leer es a través de nosotros. Nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestro amor pueden ser su buena nueva, “una fuente de luz en el camino”, como escribió el Papa Francisco en la Amoris Laetitia (290).
Oración para la Jornada
“Te doy las gracias, Señor, por el consuelo de tu presencia: También en la soledad, eres mi esperanza, mi confianza; ¡Desde mi juventud, eres mi roca y mi fortaleza! Gracias por haberme dado una familia y por la bendición de una larga vida.
Te agradezco los momentos de alegría y de dificultad, por los sueños cumplidos y por los que aún tengo por delante.
Te agradezco este tiempo de renovada fecundidad al que me llamas.
Aumenta, Señor, mi fe, hazme un instrumento de tu paz; enséñame a acoger a quien sufre más que yo, a no dejar de soñar y a narrar tus maravillas a las nuevas generaciones.
Protege y guía al papa Francisco y a la Iglesia, para que la luz del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra.
Envía tu Espíritu, Señor, a renovar el mundo, para que la tormenta de la pandemia se apacigüe, los pobres sean consolados y toda guerra termine.
Sostenme en la debilidad, y concédeme vivir plenamente cada momento que me das, con la certeza de que estás conmigo cada día hasta el fin del mundo. Amén”.
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