Este año celebramos el día de los fieles difuntos en plena pandemia. La música nos ha acompañado durante el confinamiento y también en los momentos de recuerdo y homenaje a nuestras víctimas.
Así el 4 de junio, la Catedral de Sevilla acogía un "solemne funeral" en memoria de las víctimas mortales de la pandemia de coronavirus Covid-19.
El Requiem de Mozart en Re menor, K 626, que nos transporta y eleva a lo etéreo. Es conmovedor en cualquiera de sus partes: El Dies Irae, el Confutatis, el Lacrimosa, escrito por el compositor en su lecho de muerte, presenta una extraordinaria fuerza expresiva que refleja la genialidad de su creador. Esta obra inacabada parece un testamento espiritual que habla del profundo cambio del ser humano ante el misterio de la muerte.
¿Quién está libre de haber sentido la congoja de una pérdida, la pérdida de
un ser querido?. Es difícil encontrar calificativos para esta verdad
absoluta de la vida que es la muerte. Si la persona querida es anciana, ha
vivido bien y suficiente tiempo, solemos calificar su muerte de “natural”
con el objeto de consolarnos. Si hablamos de pérdidas por atentados,
desastres naturales o accidentes, solemos calificar las muertes de
“aterradoras” o “inexplicables” porque al dolor de la pérdida se añade el
factor sorpresivo y el desconsuelo parece insuperable. Pero la pérdida más
cruel a mi modo de ver es la de un hijo o una hija. Aquí ya los
calificativos de “antinatural” y “brutal” quedan cortos si pensamos que no
hay palabra en el diccionario que recoja tan terrible acontecimiento. Si una
persona pierde a su madre o a su padre queda huérfano, si pierde a su pareja
queda viudo o viuda … ¿y si pierde a su hijo? Un abismo se levanta ante
él.
Afortunadamente y frente a estos infortunios de la vida existen maravillas
como la música, bálsamo que ayuda a cicatrizar las heridas del alma y a
fortalecer el espíritu.
En el día de hoy os invito a escuchar obras maestras creadas para este fin por nuestros grandes compositores. Para pensar en el misterio de la vida y la muerte, se requiere emoción interior, profundidad y una enorme humildad ante la grandeza de todo lo que nos rodea … y eso es lo que siento en estos momentos al escuchar el Ave Verum Corpus de Mozart K618 con
recogimiento y devoción por Leonard Bernstein; transporta nuestro espíritu y nos hace
detenernos en un tiempo, tan penetrante como el poder de la vida o tan
eterno como la muerte.
Mozart Ave Verum Corpus por Leonard Bernstein
También música para la esperanza. Recuerdan el concierto del 12 de abril de Andrea Bocelli
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