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sábado, 14 de noviembre de 2020

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA XXIV .Iniciativa privada y empresa. Por Rafael Serrano

Actualmente existe un debate en nuestra sociedad, espoleado por los partidos políticos que con frecuencia adoptan posturas enfrentadas, sobre el modelo de sistema económico que se debería implantar en nuestro país. Se contrapone el sector público al sector privado y se pretende el predominio o incluso la exclusividad de uno sobre otro. Así se contrapone la sanidad pública a la privada, la educación pública a la educación privada, la banca pública a la privada, etc…Sin embargo “es un hecho que el sector público y el privado no son sustitutivos y, menos aún, sustitutivos perfectos, sino que tienen un importante grado de complementariedad”, como afirma AlbertoNadal en un artículo de opinión publicado en www.eleconomista.es, 23 de enero de 2020. 

“Por tanto, una vez establecido que sector público y privado son necesarios simultáneamente y que se complementan entre sí, queda por establecer quién hace qué.” –concluye en su artículo A. Nadal. Es decir, lo que es necesario determinar y acordar es el papel que juega la iniciativa privada y el Estado para lograr la mayor eficacia en la producción de los bienes y en la prestación de los servicios, teniendo siempre como objetivo salvaguardar la libertad de la persona y perseguir el bien común. 

La Doctrina social de la Iglesia mantiene una postura equilibrada y razonable en este tema, de acuerdo con los principios morales fundamentales: la dignidad de la persona humana, el destino universal de los bienes y el principio de subsidiariedad, por el que el Estado debe intervenir allí y cuando la sociedad no pueda asumir autónomamente la iniciativa. 

Concretamente, “la Doctrina Social de la Iglesia considera la libertad de la persona en el campo económico un valor fundamental y un derecho inalienable que hay que promover y tutelar.” “El Estado tiene la obligación moral de imponer vínculos restrictivos sólo en orden a las incompatibilidades entre la persecución del bien común y el tipo de actividad económica puesta en marcha o sus modalidades de desarrollo.” 

“La dimensión creativa es un elemento esencial de la acción humana, también en el campo empresarial, y se manifiesta especialmente en la aptitud para elaborar proyectos e innovar: «Organizar ese esfuerzo productivo, programar su duración en el tiempo, procurar que corresponda de manera positiva a las necesidades que debe satisfacer, asumiendo los riesgos necesarios: todo esto es también una fuente de riqueza en la sociedad actual. Así se hace cada vez más evidente y determinante el papel del trabajo humano, disciplinado y creativo, y el de las capacidades de iniciativa y de espíritu emprendedor, como parte esencial del mismo trabajo.» Como fundamento de esta enseñanza hay que señalar la convicción de que «el principal recurso del hombre es, junto con la tierra, el hombre mismo. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas.» (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. II, c. 7, 3, nn. 336-337) . 

 Rafael Serrano Molina

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