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jueves, 16 de julio de 2020

Los marinos y la Virgen del Carmen

Cuenta la tradición que en el siglo XIII la Virgen se apareció a unos cruzados en Tierra Santa y se presentó a ellos como la Estrella del Mar. Desde entonces, pescadores y marinos se amarran a Ella con fe.


De Cartagena a Ferrol y de Cádiz a Valencia, en miles de lugares de toda España se celebra cada 16 de julio la fiesta de la Virgen del Carmen, patrona de quienes hacen del mar su modo de vida, una advocación que curiosamente no nació en medio del océano, sino en una cordillera de Israel y es que el origen se encuentra situado en el monte Carmelo, que deriva de la palabra Karmel, que en árabe se traduce como jardín y en hebreo como viñedos de Dios. La advocación nació después de la Segunda Cruzada, cuando en 1155 el francés Bartolomé Avogadro, inspirado por el profeta Elías, viajó hasta el monte Carmelo para hacerse ermitaño. Allí inició una pequeña comunidad religiosa, levantaron una iglesia dedicada a la Madre de Dios y tomaron el nombre de Orden de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

   Los carmelitas fueron creciendo en número y, a comienzos del siglo XIII, el patriarca de Jerusalén les dio una regla basada en tres pilares: el trabajo, la vida contemplativa y la meditación de la Sagrada Escritura. No lo tuvieron fácil, ya que entonces los sarracenos realizaban incursiones por las proximidades del monte Carmelo con el objetivo de reconquistar Tierra Santa, presión que se acentuó hasta el punto de que hacia 1235 se vieron obligados a abandonar si iglesia. La tradición asegura que antes de marcharse del lugar que había sido su casa, los cristianos cantaron la Salve Regina, momento en que se les apareció la Virgen y les prometió que sería su “Estrella del Mar”. Los que abandonaron el monte Carmelo bajo su amparo no sufrieron ni un rasguño por las cimitarras mahometanas, llegaron salvos a sus lugares de origen en Europa y pronto difundieron en el viejo continente la devoción a la Virgen del Carmelo.

   Entre aquellos cruzados que regresaron de Tierra Santa estaba San Simon Stock, quien en 1246 se convirtió en prior general de los carmelitas. Stock no cesaba de rezar por la Orden del Carmen y el 16 de julio de 1251 la Virgen se le apareció y le dio un escapulario con la siguiente promesa: “Este escapulario será la divisa de mi confraternidad y, para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno”. Poco a poco se difundió lo sucedido a Stock y miles de personas quisieron llevar consigo un escapulario a semejanza de los religiosos carmelitas. A lo largo de los siglos, la Iglesia Católica ha explicado que el escapulario no es un amuleto y que, según la promesa mariana, quien le tenga devoción y lo use, recibirá a la hora de su muerte la ayuda de la Madre de Dios.

   Y si el escapulario no se entiende sin la devoción a Nuestra Señora del Carmen, lo mismo sucede con aquellas personas que faenan en la mar. Existen hermosas historias de marineros en apuros que pidieron la intercesión de la Virgen y salvaron la vida. A finales del verano de 1845, el barco inglés The King of the Ocean navegaba rumbo a Australia cuando, cerca del cabo de Buena Esperanza, se vio sorprendido por un implacable huracán. James Fisher, el pastor protestante que asistía espiritualmente a la tripulación, subió a cubierta para rezar con el objetivo de frenar el temporal que estaba vapuleando al barco. Entre los marineros se encontraba el irlandés John McAuliffe, quien, al ver que las oraciones de aquel protestante no servían, se acercó hasta la barandilla, se abrió la camisa, se quitó el escapulario de la Virgen del Carmen, hizo la señal de la cruz sobre las bravas olas y lo arrojó al agua. En ese instante, el viento cesó y solamente una ola más cayó sobre la cubierta trayendo con ella el escapulario del irlandés. El protestante Fisher, testigo de aquel suceso, se convirtió al catolicismo nada más desembarcar en Australia.
    Este amor de los marineros la Señora del Mar está especialmente arraigado en España y en varias naciones de Iberoamérica. Los pescadores la consideran su fiel protectora y cada 16 de julio la imagen de la Virgen del Carmen es portada a hombros por marineros y cofrades. Un fervor que cuenta con siglos de historia en nuestro país desde que en el siglo XVIII el almirante mallorquín Antonio Barceló impulsó el amor por la Virgen del Carmen en la Armada española, llegando a otorgarle el patronazgo que hasta entonces había ostentado san Telmo.

   En 1768 se estableció el Departamento Marítimo en la Isla de León, en la bahía de Cádiz. Juan José de Navarro Viana y Búfalo, primer Marques de la Victoria y primer capitán general de la Real Armada Española, retornó de Italia y trajo consigo una devoción por la Estrella de los Mares que pronto se extendió de forma natural entre todos los marinos españoles.

   Nuestra Señora del Carmen es oficialmente patrona de la Armada española desde el 19 de abril de 1901 en la Real Orden que indicaba que “S. M. el Rey (q. D. g.), y en su nombre la Reina Regente del Reino, de conformidad por lo propuesto por la Subsecretaría de este Ministerio, y favorable informe del Provicariato General Castrense, se ha servido disponer sea declarada Patrona de la Marina de Guerra la Santísima Virgen del Carmen, que lo es de hecho, de todos los navegantes, y se celebre el 16 de julio, día de su festividad”.

   Una fiesta que rinde honores a la Stella Maris que se apareció a los cruzados en Tierra Santa para que volviesen sanos a Europa tras navegar el Mediterráneo. Unos marineros que, al no existir la tecnología actual, precisaban de la ayuda de las estrellas para orientarse.

   Pronto en los barcos españoles comenzaron a verse imágenes de la Virgen, a la que los marineros pedían amparo cuando emprendían rumbo a la mar y hoy la mayoría de los marinos sentimos un escalofrío cada vez que suenan los acordes de la Salve Marinera. Un canto a Nuestra Señora del Carmen cuyos versos forman parte de El molinero de Subiza, una zarzuela estrenada en Madrid el 21 de diciembre de 1870 cuya letra fue escrita por el gaditano Luis de Eguílaz y a la cual puso música el pacense Cristóbal Oudrid y Segura. Pero ¿cómo llegó a convertirse este extracto de zarzuela en una oración que han cantado varias generaciones de marinos españoles y que hoy es casi un himno para la Armada? La respuesta se encuentra en la localidad gallega de Ferrol, donde se estrenó la obra zarzuelera en 1872. Aquel día, unos guardiamarinas de la Asturias, Escuela Naval Flotante, decidieron ir al teatro y quedaron maravillados al ver cómo en la escena XIV de esta zarzuela se cantaba “Salve Estrella de los cielos”. Al día siguiente decidieron que se cantaría siempre después de la misa en el buque. La costumbre se extendió a toda la Armada.
En 1941, el Ministerio de Marina encargó al músico mayor de Infantería de Marina Camilo Pérez Monllor la transcripción de la partitura original de Oudrid. Con la posterior adaptación de la letra por parte de Mariano Méndez Vigo, este canto se convirtió a la actual Salve Marinera.

   Desde entonces, la patrona de los marinos de España ha presidido centenares de celebraciones y actos marineros y castrenses. Desde hace años, por cuestiones políticas se ha intentado relegar su presencia a un segundo plano, sin embargo son mayoría los marinos que continúan haciéndose a la mar al amparo de la estrella de los mares, a cuyo amparo se acogen con un grito tan íntimo como impetuoso que nace del mismo corazón: “Viva la Virgen del Carmen”.

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