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domingo, 5 de julio de 2020

ENTREVISTA AL NUEVO VICARIO GENERAL EN EL DIARIO DE CÁDIZ


La noticia fue toda una sorpresa, tanto por lo inesperado del cambio en la Vicaría General como por el sacerdote elegido. Óscar González Esparragosa asume, a sus 62 años de edad y con una amplia trayectoria en la diócesis, el cargo de mayor confianza del obispo Zornoza. Le toca, a partir de ahora, gestionar multitud de asuntos de la diócesis y del propio clero. Y así es muestra en estas primeras horas al frente de la Vicaría.
–¿Cómo recibió la propuesta de nombramiento de vicario general?
–Con mucha sorpresa. No me esperaba nunca que el obispo pudiera contar conmigo para una tarea de esta responsabilidad. Siempre me he movido en el nivel de la vida parroquial y este tipo de tareas no han sido frecuentes en mi vida.
–¿Le costó decidirse o aceptó al instante?


–Por lealtad le expuse al obispo todos los argumentos por los que yo consideraba que no era el candidato idóneo, pero el obispo tuvo otro juicio y me mantuvo en la propuesta. Y por disponibilidad, acepté.
–¿Le ha encomendado el obispo alguna función o misión especial para esta labor?
–Bueno, las funciones propias de la Vicaría General y la tarea de moderar el funcionamiento de la Curia Diocesana.
–¿Cuál es su hoja de ruta?
–Todavía estoy saliendo de la sorpresa, estoy en ciernes. Mi único propósito es poner lo mejor de mí en esta tarea y procurar dar una respuesta evangélica a las necesidades que se vayan presentando. No tengo ningún programa porque no tenía previsión de este oficio.
–¿Ha sentido el apoyo y el cariño generalizado que ha supuesto su nombramiento?
–En estos días he tenido el teléfono pegado en la oreja porque han sido muchísimos los compañeros, seglares, amigos y personas conocidas que me han llamado para darme ánimos y asegurarme su apoyo con sus oraciones y su colaboración personal y disponibilidad. Eso ha sido muy bonito.
–¿Cómo definiría la diócesis? ¿Cuál es la situación actual a juicio del vicario general?
–Creo que como en todas las diócesis, una situación en que la Iglesia tiene que dar respuesta a los nuevos tiempos. Tiene que anunciar el evangelio con instrumentos nuevos en medio de una cultura nueva y tiene que desarrollar su labor sociocaritativa también frente a unas pobrezas nuevas. Yodo esto exige permanentemente reinventarnos y adaptarnos evangélicamente a las necesidades de estos tiempos nuevos. Es aplicar lo que el Papa San Juan Pablo II llamaba la nueva evangelización de una nueva sociedad; él hablaba de un nuevo ardor, de unos nuevos medios y de unas nuevas expresiones inteligibles al hombre de hoy.
–En su toma de posesión, Zornoza insistió en la lealtad y la unidad. ¿Son aspectos que han flaqueado en la diócesis?
–Mantener unido a un colectivo tan amplio de personas, tan variopinto en idiosincracia, en ideas, en creatividad y en planteamientos nunca es tarea fácil. Pero hoy más que nunca la credibilidad depende de la fraternidad, de la caridad compartida. Dice Jesús: “Padre, que todos sean uno para que el mundo vea que Tú me has enviado”. Y esto no es un planteamiento estratégico, es una verdad teológica; al Dios del Amor solo se le puede anunciar desde el amor, la fraternidad, la comunión y la fraternidad con los más necesitados. Esa es la marca de identidad de la Iglesia de Jesucristo. Y como dice el Señor, “el que no recoge conmigo, desparrama”.
–También dijo el obispo que a nivel económico se ha hecho un trabajo importante de adaptación a los nuevos tiempos que había sido difícil de asimilar por las parroquias. ¿Es así, desde su experiencia como párroco?
–Te hablo como párroco: cuando yo me ordené las exigencias administrativas eran mínimas. Hoy hay que llevar una contabilidad exhaustiva, hay que dar cuenta a Hacienda de los donativos recibidos, el personal tiene que estar contratado con todas las medidas sociales y de prevención de riesgos laborales, con la pandemia hemos tenido que hacer planes de contingencia en las parroquias, formar a los empleados, implementar las medidas de seguridad… Todo eso supone un trabajo administrativo que supera con creces lo que se hacía décadas atrás. Y exige un esfuerzo, un replanteamiento y una programación económica seria.
–¿Cree que ha sido complicado para el clero adaptarse a este obispo y asumir todos los cambios que ha realizado?
–Yo he conocido dos tomas de posesión de obispos: la de Antonio Ceballos y la de Rafael Zornoza. Y es un esfuerzo mutuo de adaptación de la diócesis a un obispo, que tiene su propio estilo, sus propias maneras de concebir la organización pastoral; y de adaptación del obispo a la nueva diócesis, hasta que la conoce, sabe qué puede pedir y a quién. Esto lleva un tiempo y a veces no es fácil. No lo fue para Ceballos y no lo ha sido para Zornoza. Pienso que como cada vez que hay un cambio en cualquier institución humana. Pero por encima de todo, el sentido sobrenatural de la fe y la voluntad de vivir según los dictados de la caridad y la prudencia va haciendo todo lo demás.
–¿Qué le falta y qué le sobra a la diócesis, según el vicario general?
–Es una diócesis a la que faltan sacerdotes y a la que faltan también recursos económicos. Y yo creo que lo más valioso es la ilusión y el sentido de fe de los miembros de la Iglesia diocesana, que se manifiesta cada vez que hay una necesidad urgente y la Iglesia se vuelca en dar una respuesta evangélica. Lo he comprobado estos días en la sensibilidad de muchas personas para ayudar a las víctimas de esta pandemia, sobre todo de las víctimas económicas, que han sido las más frecuentes en nuestro caso. He visto la generosidad de las personas que han contribuido económicamente o personalmente, se han hecho responsables de la ayuda a los vecinos mayores que estaban confinados… He visto actos de caridad heroica. Y creo que ese es uno de los valores de nuestra Iglesia: una gran generosidad que la hace ponerse en marcha siempre que hay una necesidad.
–¿Y qué va a aportar el vicario general a partir de ahora a la diócesis?
–El vicario general va a aportar la ilusión y el deseo de servir a la Iglesia. Méritos y cualidades no veo muchas, pero sí una gran ilusión y deseo de servir al Señor en la nueva tarea que me presenta; y hacerlo con un sentido de olvidarme de mí mismo y darme a los demás.

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