La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión con que la Iglesia
prosigue la obra redentora de Cristo sobre la tierra .La Iglesia, en efecto, es, en Cristo
<<”sacramento”, es decir, signo e instrumento de paz en el mundo y para el mundo>>.
La promoción de la verdadera paz es una expresión de la fe cristiana en el amor que Dios
nutre por cada ser humano. De la fe liberadora en el amor de Dios se desprende una nueva misión del mundo
y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero:
es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a
sus discípulos. Movida únicamente por esta fe. La Iglesia promueve la unidad de los
cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. Las diferencias
religiosas no pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz
por parte de todos los creyentes es un decisivo factor de unidad entre los pueblos. La Iglesia
exhorta a personas, pueblos, Estados y naciones a hacerse partícipes de su preocupación por el
restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en particular, la importante
función del derecho internacional.
La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la r
econciliación. No es fácil perdonar a la vista de las consecuencias de la guerra y los conflictos
, porque la violencia, especialmente cuando llega <<hasta los límites de lo inhumano y
de la aflicción>>, deja siempre como herencia una pesada carga de dolor, que sólo puede a
liviarse mediante una reflexión profunda, leal, valiente y común entre los contendientes,
capaz de afrontar las dificultades del presente con una acción purificada por el arrepentimiento
. El peso del pasado, que no se puede olvidar, puede ser aceptado sólo en presencia de un
perdón recíprocamente ofrecido y recibido: se trata de un recorrido largo y difícil, pero no
imposible.
El perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos
impedir el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio, los
requisitos concretos de la reconciliación. Resultan oportunas las iniciativas que tienden a
instituir organismos judiciales internacionales. Semejantes organismos, valiéndose del
principio de jurisdicción universal y apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos
de los derechos de los imputados y de las víctimas, pueden encontrar la verdad sobre los
crímenes perpetrados durante los conflictos armados. Es necesario, sin embargo, ir más allá
de la determinación de los comportamientos delictivos, ya sean de acción o de omisión, y de
las decisiones sobre los procedimientos de reparación, para llegar al restablecimiento de
relaciones de recíproco entendimiento entre los pueblos divididos, en nombre de la
reconciliación. Es necesario, además, promover el respeto del derecho a la paz: este
derecho <<favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de
fuerza se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común>>.
La Iglesia lucha por la paz con la oración. La oración abre el corazón, no sólo a una
profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo inspirado por
sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor. La oración infunde valor y
sostiene a <<los verdaderos amigos de la paz>>, a los que tratan de promoverla en las diversas
circunstancias en que viven. La oración litúrgica es <<la cumbre a la cual tiende la actividad
de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza>>; en particular la
celebración eucarística, <<fuente y cumbre de toda vida cristiana>>, es el manantial inagotable
de todo auténtico compromiso cristiano por la paz.
Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para
orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI
las instituyó con el fin de <<dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz, una
celebración particular en el día primero del año civil. Los Mensajes Pontificios para esta
ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social,
e indican la constante acción pastoral de la Iglesia a favor de la paz: <<La Paz se afianza
solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el
propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad>>. (Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia. II, c. 11 nn. 516-520)
Rafael Serrano Molina
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