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sábado, 30 de octubre de 2021

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (LVI ). LA APORTACIÓN DE LA IGLESIA A LA PAZ. Por Rafael Serrano



  La promoción de la paz en el mundo es parte integrante de la misión con que la Iglesia 

prosigue la obra redentora de Cristo sobre la tierra .La Iglesia, en efecto, es, en Cristo 

<<”sacramento”, es decir, signo e instrumento de paz en el mundo y para el mundo>>.

 La promoción de la verdadera paz es una expresión de la fe cristiana en el amor que Dios

 nutre por cada ser humano. De la fe liberadora en el amor de Dios se desprende una nueva misión del mundo

 y un nuevo modo de acercarse a los demás, tanto a una sola persona como a un pueblo entero:

 es una fe que cambia y renueva la vida, inspirada por la paz que Cristo ha dejado a 

sus discípulos. Movida únicamente por esta fe. La Iglesia promueve la unidad de los 

cristianos y una fecunda colaboración con los creyentes de otras religiones. Las diferencias 

religiosas no pueden y no deben constituir causa de conflicto: la búsqueda común de la paz 

por parte de todos los creyentes es un decisivo factor de unidad entre los pueblos. La Iglesia

 exhorta a personas, pueblos, Estados y naciones a hacerse partícipes de su preocupación por el

 restablecimiento y la consolidación de la paz destacando, en particular, la importante

 función del derecho internacional.

            La Iglesia enseña que una verdadera paz es posible sólo mediante el perdón y la r

econciliación. No es fácil perdonar a la vista de las consecuencias de la guerra y los conflictos

, porque la violencia, especialmente cuando llega  <<hasta los límites de lo inhumano y 

de la aflicción>>, deja siempre como herencia una pesada carga de dolor, que sólo puede a

liviarse mediante una reflexión profunda, leal, valiente y común entre los contendientes, 

capaz de afrontar las dificultades del presente con una acción purificada por el arrepentimiento

. El peso del pasado, que no se puede olvidar, puede ser aceptado sólo en presencia de un

 perdón recíprocamente ofrecido y recibido: se trata de un recorrido largo y difícil, pero no 

imposible.

            El perdón recíproco no debe anular las exigencias de la justicia, ni mucho menos 

impedir el camino que conduce a la verdad: justicia y verdad representan, en cambio, los 

requisitos concretos de la reconciliación. Resultan oportunas las iniciativas que tienden a

 instituir organismos judiciales internacionales. Semejantes organismos, valiéndose del 

principio de jurisdicción universal y apoyados en procedimientos adecuados, respetuosos 

de los derechos de los imputados y de las víctimas, pueden encontrar la verdad sobre los

 crímenes perpetrados durante los conflictos armados. Es necesario, sin embargo, ir más allá 

de la determinación de los comportamientos delictivos, ya sean de acción o de omisión, y de 

las decisiones sobre los procedimientos de reparación, para llegar al restablecimiento de 

relaciones de recíproco entendimiento entre los pueblos divididos, en nombre de la 

reconciliación.  Es necesario, además, promover el respeto del derecho a la paz: este 

derecho <<favorece la construcción de una sociedad en cuyo seno las relaciones de

 fuerza se sustituyen por relaciones de colaboración con vistas al bien común>>.

            La Iglesia lucha por la paz con la oración. La oración abre el corazón, no sólo a una

 profunda relación con Dios, sino también al encuentro con el prójimo inspirado por 

sentimientos de respeto, confianza, comprensión, estima y amor. La oración infunde valor y 

sostiene a <<los verdaderos amigos de la paz>>, a los que tratan de promoverla en las diversas 

circunstancias en que viven. La oración litúrgica es <<la cumbre a la cual tiende la actividad 

de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza>>; en particular la 

celebración eucarística, <<fuente y cumbre de toda vida cristiana>>, es el manantial inagotable

 de todo auténtico compromiso cristiano por la paz.

            Las Jornadas Mundiales de la Paz son celebraciones de especial intensidad para 

orar invocando la paz y para comprometerse a construir un mundo de paz. El Papa Pablo VI 

las instituyó con el fin de <<dedicar a los pensamientos y a los propósitos de la Paz, una 

celebración particular en el día primero del año civil. Los Mensajes Pontificios para esta 

ocasión anual constituyen una rica fuente de actualización y desarrollo de la doctrina social,

 e indican la constante acción pastoral de la Iglesia a favor de la paz: <<La Paz se afianza 

solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de justicia, sino alimentada por el 

propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad>>. (Compendio de la 

Doctrina Social de la Iglesia. II, c. 11 nn. 516-520)

                                                            Rafael Serrano Molina

 


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