La condena del terrorismo
“El terrorismo es una de las formas más brutales de violencia que actualmente perturba a la comunidad internacional, pues siembra odio, muerte, deseo de venganza y de represalia.”
Hace unos días recordábamos los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001 en su vigésimo aniversario. Con estos atentados parecía inaugurarse un nuevo siglo en el que el terrorismo adquiriría un macabro protagonismo. Tras estos atentados vino la reacción de EEUU. Declarando “el eje del mal” y atacando los centros del terrorismo internacional, sin que tal política haya logrado acabar con la amenaza del terrorismo.
Por otra parte en España tenemos una larga y dolorosa experiencia de terrorismo, principalmente llevado a cabo por E.T.A. y aunque afortunadamente han cesado los atentados, aún quedan muchas heridas sin cicatrizar.
Estos hechos nos hacen entender la razón de la postura del Magisterio ante esta actual forma de violencia.
“De estrategia subversiva, típica sólo de algunas organizaciones extremistas, dirigida a la destrucción de las cosas y al asesinato de las personas, el terrorismo se ha transformado en una red oscura de complicidades políticas, que utiliza también sofisticados medios técnicos, se vale frecuentemente de ingentes cantidades de recursos financieros y elabora estrategias a gran escala, atacando personas totalmente inocentes, víctimas casuales de las acciones terroristas. Los objetivos de los ataques terroristas son, en general, los lugares de la vida cotidiana y no objetivos militares en el contexto de una guerra declarada.”
Recordemos los atentados de Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, en los que unos vehículos arremetieron contra ciudadanos que se encontraban en las proximidades.
“El terrorismo actúa y golpea a ciegas. <<En muchos casos se admite como nuevo sistema de guerra el uso de los métodos terroristas>>. La lucha contra el terrorismo presupone el deber moral de contribuir a crear las condiciones para que no nazca ni se desarrolle.”
“El terrorismo se debe condenar de la manera más absoluta. Manifiesta un desprecio total de la vida humana, y ninguna motivación puede justificarlo, en cuanto el hombre es siempre fin, y nunca medio. Los actos terroristas hieren profundamente la dignidad humana y constituyen una ofensa a la humanidad entera: <<Existe, por tanto, un derecho a defenderse del terrorismo. Este derecho no puede, sin embargo, ejercerse sin reglas morales y jurídicas, porque la lucha contra los terroristas debe conducirse respetando los derechos del hombre y los principios de un Estado de derecho. La identificación de los culpables debe estar debidamente probada, ya que la responsabilidad penal es siempre personal y, por tanto, no se puede externder a las religiones, las naciones o las razas a las que pertenecen los terroristas. La colaboración internacional contra la actividad terrorista <<no puede reducirse sólo a operaciones represivas y punitivas. Es esencial que incluso el recurso necesario a la fuerza vaya acompañado por un análisis lúcido y decidido de los motivos subyacentes a los ataques terroristas>>. Es necesario también un compromiso decidido en el plano <<político y pedagógico>> para resolver, con valentía y determinación, los problemas que en algunas dramáticas situaciones pueden alimentar el terrorismo: <<El reclutamiento de los terroristas resulta más fácil en los contextos sociales donde los derechos son conculcados y las injusticias se toleran durante demasiado tiempo>>.
Es una profanación y una blasfemia proclamarse terroristas en nombre de Dios. Definir <<mártires>> a quienes mueren cumpliendo actos terroristas es subvertir el concepto de martirio, ya que éste es un testimonio de quien se deja matar por no renunciar a Dios y a su amor, no de quien asesina en nombre de Dios.
Ninguna religión puede tolerar el terrorismo ni, menos aún, predicarlo.Las religiones están más bien comprometidas en colaborar para eliminar las causas del terrorismo y promover la amistad entre los pueblos”.
Todos los creyentes debemos. Como promotores de la paz orar incesantemente para que Dios ilumine a los que se han dejado seducir por el terrorismo para que cambie su corazón y abandonen toda clase de violencia. (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. II. C. 11, nn. 513-515)
Rafael Serrano Molina.
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