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viernes, 13 de agosto de 2021

Sánchez Adalid, párroco y novelista de éxito

A pesar de ser una de las figuras de la novela histórica en España, Jesús Sánchez Adalid (Don Benito, Badajoz, 1962) vive cada día la normalidad de su ministerio sacerdotal. Es párroco en Mérida, donde atiende con la ayuda de un grupo de laicos a una población de 20.000 personas. Predica cada domingo, celebra los bautizos, comuniones y, en esta época del año, bodas. Incluso se encarga de un grupo de scouts. «Hay personas que, por mi faceta de escritor, creen que vivo en un limbo intelectual, pero nunca he dejado de tener parroquia. Llevo una vida de cura», afirma en conversación con Alfa y Omega.

A esta tarea se ha añadido una nueva: ser el cura de sus amigos escritores. Confiesa que, cada vez más, acuden a él para hablar de problemas personales, para preguntar por su vocación, para plantear dudas o porque están empezando a descubrir la fe… «Son mis compañeros, las primeras plumas de España», afirma. Él los aconseja: les dice que se acerquen a una Iglesia para rezar, que se confiesen o que hagan el Camino de Santiago. «Y funciona», añade.

Pero su labor pastoral en el mundo de la cultura no se restringe a los escritores, también la ofrece a editores, directores de documentales, productores… Todo aquel que pasa a su alrededor. «Acabas siendo su cura. A algunos los he casado o a sus hijos», afirma.

Una nueva novela

Sánchez Adalid ha publicado este año una novela monumental –Las armas de la luz (Harper Collins)–, que pergeñó y escribió durante el confinamiento. «Sin ese tiempo hubiese sido imposible», reconoce. Una obra que responde a la curiosidad sobre los motivos del hundimiento del califato de Córdoba. «Tengo otras novelas sobre el siglo X y que hacen referencia al califato. Me llamaba la atención que un régimen tan poderoso se hubiese hundido de esa forma. Al investigar, encontré que ocho años antes de la disolución del califato, Córdoba fue saqueada por completo. Se quedó sin los tesoros con los que sostenía a los ejércitos de mercenarios. Y fue saqueada por los condes catalanes como venganza», explica.

A raíz de ese descubrimiento, el sacerdote y escritor decide viajar a aquella época y al territorio que hoy forma parte de Cataluña para contar quiénes eran estos hombres, de dónde venían y por qué se habían embarcado en la difícil misión de atacar al todopoderoso califato.

Así, a lo largo del libro se puede ver la tensión entre la guerra y la paz, los deseos de libertad o cómo el saqueo de Córdoba permitió a los condados catalanes convertirse en poderosos y funcionar prácticamente como una monarquía. También se da cuenta de la importancia de Ripoll, que era «el pulmón espiritual de la región», cabeza de todas las operaciones.

El factor espiritual

Porque Las armas de la luz tiene un poso espiritual muy fuerte. «Es una novela espiritual, con un contenido teológico importante. Están presentes cuestiones como la guerra justa o el sentido de la luz, así como los Salmos, el Evangelio o las cartas de san Pablo», explica Sánchez Adalid.

Pero si alguien encarna en la novela ese rol, este es el abad Oliva. Como obispo, era también guerrero, aunque se replantea función. «Es un hombre pacífico y luminoso, e intenta convencer a todo el mundo de que la guerra es un desastre y de que así los pueblos no avanzan», confiesa.

El sacerdote extremeño señala, además, que aquella sociedad de la Edad Media–en plena transición, apunto de llegar al año 1000– tiene muchas similitudes con la actual: «Nosotros también estamos en un cambio de época y vamos a entrar en un mundo diferente, con cambios sustanciales». Reconoce que hay sombras, pero advierte «indicios de luz» y recuerda que los cambios que se iniciaron concluyeron con la explosión del Renacimiento.

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