Translate

sábado, 13 de marzo de 2021

LA DIGNIDAD DE LA MUJER. Por Rafael Serrano Molina

Con motivo del día de la mujer, 8 de marzo, que es el lunes, me ha parecido que es importante por una parte dar un testimonio claro de que la Iglesia está comprometida con la defensa de la dignidad y derechos de la mujer y al mismo tiempo invitar a una lectura a la Encíclica de San Juan Pablo II "Mulieris dignitatem" que es una magnífica síntesis y explicación de la antropología cristiana en la que se basa la dignidad de la mujer. 

La dignidad de la Mujer 

El pasado lunes día 8, se celebró el día de la mujer. Tradicionalmente en este día tienen lugar muchas manifestaciones reivindicando los derechos de la mujer, la igualdad con el hombre, su defensa frente a toda clase de injusticias. 

El presente año debido a las circunstancias de la pandemia estas manifestaciones no serán permitidas en muchos lugares o tendrán muchas limitaciones por exigencias de salud pública y se sustituirán por manifiestos, manifestaciones telemáticas, declaraciones institucionales. Desde nuestra postura cristiana nos sumamos a las legítimas reivindicaciones de los derechos y de la dignidad de la mujer, a la firme condena de todas las injusticias de las que, con frecuencia, son víctimas. “En nuestro tiempo la cuestión de los «derechos de la mujer» ha adquirido un nuevo significado en el vasto contexto de los derechos de la persona humana. Iluminando este programa, declarado constantemente y recordado de diversos modos, el mensaje bíblico y evangélico custodia la verdad sobre la «unidad» de los «dos», es decir, sobre aquella dignidad y vocación que resultan de la diversidad específica y de la originalidad personal del hombre y de la mujer” – dice el Papa San Juan Pablo II en su encíclica sobre la dignidad de la mujer (Mulieris dignitatem), que invito a todos a leer reposadamente porque en ella se expone con profundidad el fundamento de la dignidad de la mujer, y se explican las causas profundas de las desigualdades e injusticias que actualmente y a lo largo de toda la historia ha sufrido la mujer. 

“En el cristianismo, más que en ninguna otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos…” («San Pablo VI. Discurso en el Convenio Nacional italiano Femenino. 6.12.1976). La antropología cristiana se basa en el “principio bíblico” de la esencial igualdad del hombre y la mujer, creados ambos a “imagen y semejanza de Dios”. Si tanto hombre como mujer son “imagen y semejanza de Dios”, son iguales en dignidad. “Cada hombre (y cada mujer) es imagen de Dios como criatura racional y libre, capaz de conocerlo y amarlo.” Se lee también en el Génesis que el hombre no puede existir «solo»; puede existir solamente como «unidad de los dos» y, por consiguiente,  en relación con otra persona humana. Se trata de una relación recíproca, del hombre con la mujer y de la mujer con el hombre. Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también existir en relación al otro «yo». “El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es semejante a Dios como ser racional y libre; significa además que el hombre y la mujer, creados como «unidad de los dos» en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina.”

El plan de Dios sobre el hombre y la mujer, “unidad de dos” se interrumpe por el pecado y en consecuencia, el hombre y la mujer quedan sometidos a las pasiones, a una sexualidad desintegrada de la persona humana y al afán de dominio sobre el otro. “Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará” (Gen. 3,16). “Este dominio indica la alteración y la pérdida de la estabilidad de aquella igualdad fundamental, que en la «unidad de los dos» poseen el hombre y la mujer; y esto sobre todo, con desventaja para la mujer, mientras que sólo la igualdad, resultante de la dignidad de ambos como personas, puede dar a la relación recíproca el carácter de una auténtica «comunión de personas». Jesucristo en su actuación muestra que viene a restablecer el plan querido por Dios. Así lo vemos en el trato que dispensa a las mujeres con las que se encuentra a lo largo de su vida. 

La Redención de Cristo es la única y definitiva posibilidad de restablecer la igualdad fundamental querida en el plan de Dios. Por ello todos los cristianos estamos comprometidos en la misión de extender el Reino de Dios en el mundo. 

No me es posible en este corto espacio exponer toda la antropología cristiana desarrollada en la Encíclica de San Juan Pablo II. He pretendido sólo que estas líneas sean una invitación a la lectura de la misma, que fácilmente pueden encontrar en Google, buscando “Mulieris dignitatem”. 

Rafael Serrano Molina

No hay comentarios:

Publicar un comentario