No dejan de llegar a nuestras costas multitud de emigrantes, sobre todo africanos, a los que seguimos acogiendo con gran esfuerzo y una encomiable caridad. Nos desborda el problema, sus causas internacionales, las políticas migratorias, etc. Mucho ha de mejorar y podemos hacer múltiples reflexiones políticas, más o menos acertadas. Pero los cristianos hemos de ir más allá, viendo, por encima de todo, en la carne del que sufre, a Cristo Sufriente. Seguimos atendiendo a las personas, que merecen todo nuestro apoyo y ser tratados como otros cristos, por los que el Señor ha muerto y resucitado.
Aunque estamos habituados a las noticias de los emigrantes que recibimos en nuestras costas, frecuentemente en condiciones penosas, no deja de ser una tragedia inabarcable que nos desborda pero que no podemos olvidar. Hemos de agradecer a la Delegación de Emigrantes y a la Fundación Tierra de Todos su labor de acogida e integración que sostiene por encima de sus posibilidades, con la ayuda de tantos colaboradores y voluntarios. Hemos de seguir atentos para ofrecerles la ayuda que esté en nuestra mano como personas que son sufrientes, indigentes y excluidas de la sociedad. Hemos de tenerles presentes en nuestras oraciones, diariamente, para no ser víctimas de una “indiferencia globalizada”.
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