El 7 de enero de 1949, se programó un cursillo más, el primero del curso pero que sería diferente a todos los anteriores. Sería el primero de muchos. El retiro sería dirigido por el Rdo. D. Juan Capó, al que se le había encargado la responsabilidad de la dirección espiritual y de 5 charlas, pero debido a su carga de trabajo en el Seminario, D. Sebastián terminó recurriendo al Sacerdote Guillermo Payeras, un sacerdote muy ligado a los jóvenes, para que sustituyera a D. Juan como director espiritual del cursillo y le ayudara a preparar todo lo necesario. El Cursillo comenzó la tarde del 7 de enero y terminó el día 10. Durante estos días, se dieron todas las charlas programadas. Los cursillistas recibieron las visitas del Señor Ecónomo de Randa, del Consiliario Diocesano, que dio una de las lecciones, y de Juan Mir, uno de los laicos destacados dentro del grupo de iniciadores. El cursillo concluyó el lunes por la noche con abundantes testimonios. Todos tenían la necesidad de compartir todo lo vivido durante aquellos días. Eduardo Bonnín, como rector del Cursillo, cerró la clausura leyendo una carta del Sr. Obispo a los primeros cursillistas. Asistieron 22 jóvenes que vivieron lo que sería el primero de muchos cursillos, tal como dejaron escrito Bonnín y Miguel Fernández en el «Cómo y el Porqué»: «tres días después existían los veintidós primeros cursillistas y el primer cursillo era ya una realidad».
Para D. Juan Capo, “el cursillo tuvo la sencillez y la naturalidad de las cosas verdaderamente trascendentales”. Desde esa fecha, surgió un método y un movimiento que, sin que lo adivinaran sus creadores y promotores, sería noticia y aportaría dinamismo y vitalidad al apostolado seglar, tanto en España como en el extranjero.
¿Qué hacía este cursillo diferente a los anteriores? La novedad radical del Cursillo de Cristiandad consistió en que, manteniendo la estructura de los elementos anteriores, cambió completamente su enfoque. Los Cursillos adquirieron una nueva dinámica, basada en la doctrina de la Gracia y centrada en la proclamación evangélica. Esto permitió experimentar la transformadora fuerza de esa realidad singular en la vida de cada uno.
El primer cursillo fue el resultado de esfuerzos, anhelos y modos de actuar. Fue posible gracias al clima pastoral y apostólico de aquellos momentos. No surgió de la nada, sino como resultado de un esfuerzo conjunto, de un ambiente compartido, de un anhelo convergente.
75 años han pasado y el cursillo sigue siendo igual de actual y de necesario en la vida de hoy. Millares de personas a lo largo de todo el mundo han vivido un triple encuentro durante esos días que les ha cambiado la vida y la manera de entender que existe un Padre que nos ama con locura y que entregó a su hijo para que todo el que crea en Él alcance la vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario