Cristiano profundo. Cuando falleció su esposa, don José María alivió su dolor ofreciéndole su tristeza a Jesucristo, quizá el de la Buena Muerte, al que dedicó un poema:
“Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres”…
por tu bondad y tu amor
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor, ¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!”.
Precioso poema a la Virgen del Carmen de Cádiz:
¡Cargadores de la Isla,
mecedla con suavidad,
que lleváis sobre los hombros
a la Reina de la Mar!
Cargadores de la Isla:
esa que vais a sacar
es la Virgen marinera,
que huele a marisco y sal;
la que llamaban Señora
y Capitana, al rezar,
los abuelos que tenían
claras almas de cristal
bajo la recia envoltura
de sus capotes de mar;
la que apacienta las olas
los días de tempestad;
la que esta tarde de julio
el crepúsculo honrará
colgando nubes de grana
por los balcones del mar.
Yo la vi que estaba triste
la Señora en el altar.
Su rostro llenaba el lirio
de una palidez mortal.
–¿Qué te pasa, mi Señora,
Capitana de la mar,
que más que Virgen del Carmen,
pareces de la Piedad?
–Tres años hace, tres años,
que me estoy sin ver la mar,
sin oler las algas verdes
y sin ver la claridad.
¡Mis hijos, los de la Isla,
ya no me quieren sacar!
–No lloréis, Señora mía,
que dice un viejo refrán,
que la fortuna y el sol
igual vuelven que se van.
¡Cargadores de la Isla,
marineros de la mar!:
La Señora estaba triste:
si la queréis consolar,
cuando la saquéis, mecedla
de esa manera especial,
hecha de tango y ternura
y de vaivenes de mar,
como se mecen los santos
desde los Puertos a acá,
¡como no saben mecerlos
en ninguna parte más!
Tú, cargador, que no sabes
rezar la Salve, quizás:
si cuando la saques, meces
el paso, con buen compás,
aunque no sepas la Salve,
Dios te lo perdonará...,
¡que mecer así a la Virgen,
ya es un modo de rezar!
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