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lunes, 29 de junio de 2020

JESÚS, EN TIEMPO DE VERANO

El tiempo de verano nos brinda una oportunidad para profundizar en aspectos de nuestra vida que la actividad diaria no nos permite. Las vacaciones pueden ser un momento para acordarnos del relato del Génesis: Dios Padre, después de finalizar su obra y ver que era muy buena, al séptimo día, descansó. Podemos convertir nuestro tiempo estival en ese séptimo día que nos ayuda a contemplar lo realizado durante el año y ver que «ha sido muy bueno».
El comienzo puede ser para parar y descansar, y recuperar una mirada que vaya más allá de lo inmediato. Esa mirada que nos ayuda a fijarnos en lo bueno de nuestra vida, en tanto bien recibido este año y a lo largo de nuestra vida.
El verano es también tiempo de profundidad. En ese bucear en lo profundo puede ayudarnos la contemplación de la naturaleza. La playa con sus atardeceres, el monte con tanta variedad de vida, el campo que prepara sus frutos para la cosecha… nos hablan de la presencia misteriosa de Dios en su creación.
El verano puede ser también tiempo para los reencuentros. Podemos recuperar relaciones con amigos o familiares que las prisas del año han ido erosionando. Una buena conversación por la mañana con un buen café o por la noche mientras compartimos la mesa, son regalos que nos traen este tiempo.
Y el verano, además, puede ser tiempo para reencontrarnos con Dios: «buscar y hallar a Dios en todas las cosas», y encontrar tiempos privilegiados para la oración personal. Oración que podemos hacer paseando, o contemplando el paisaje, leyendo la Palabra de Dios o en el silencio de nuestra habitación…
El verano es tiempo de reencuentro. Reencuentro con uno mismo, con los amigos y familiares y con el Señor que nos da el regalo de parar y cambiar de ritmo. Escuchemos su voz que nos dice también a nosotros: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco» (Mc 6, 31).
ORACIÓN
Llévate a Jesús en vacaciones
Señor mío, tú hablas con tus discípulos y dijiste:
“Venid conmigo a un lugar apartado y descansad un poco”.
Nuestro día a día multiplica en nuestra vida
los quehaceres, impaciencias, agobios, trabajos y urgencias.
Necesitamos el reposo y la calma.
Necesitamos la armonía y la comunicación.
Necesitamos el cariño y el encuentro.
Necesitamos aire para nuestro cuerpo y para nuestra alma.
Necesitamos descanso y relajación.
Bendícenos, Señor, nuestras vacaciones.
Haz que sean días fecundos en la vida de mi familia,
para el encuentro con nosotros mismos y con las demás personas,
para la suave brisa del diálogo,
para el ejercicio en nuestro cuerpo,
para la lectura, para los viajes ...
Convierte nuestras vacaciones en tiempos de búsqueda,
para que sean días de oro y tengamos tiempo para ti,
para el espacio de oración y reflexión,
para brindar la fe y testimonio del evangelio,
para practicar tu ley divina y la de tu iglesia,
para escuchar con más paciencia tu palabra,
para estar presentes en tu mesa de la eucaristía.
Tú siempre estás cerca de nosotros.
Nuestros senderos están entrelazados con los tuyos.
Haz que en nuestras vacaciones
logremos naufragar mar adentro y encontremos
a nuestro Pescador, Pastor, Salvador, Hermano, Amigo, Padre,
y podamos encontrar a nuestros hermanos.

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