“El Antiguo Testamento presenta a Dios como Creador omnipotente que plasma al hombre a su imagen y lo invita a trabajar la tierra, y a custodiar el jardín del Edén en donde lo ha puesto. Dios confía a la primera pareja humana la tarea de someter la tierra y de dominar todo ser viviente. El dominio del hombre sobre los demás seres vivos, sin embargo, no debe ser despótico e irracional; al contrario, él debe “cultivar y custodiar” los bienes creados por Dios: bienes que el hombre no ha creado sino que ha recibido como un don precioso, confiado a su responsabilidad por el Creador”.
“El trabajo pertenece a la condición originaria del hombre y precede a su caída; no es, por ello, ni un castigo, ni una maldición. Se convierte en fatiga y pena a causa del pecado de Adán y Eva, que rompen su relación confiada y armoniosa con Dios. El pecado de Adán y Eva fue provocado precisamente por esta tentación: “seréis como dioses”. Quisieron tener el dominio absoluto sobre todas las cosas, sin someterse a la voluntad del Creador”. Tentación esta que ha seguido acechando al hombre, a todo hombre, a través de los siglos hasta nuestros días. “Tras el pecado de Adán y Eva el suelo se ha vuelto avaro, ingrato, sordamente hostil; sólo con el sudor de la frente será posible obtener el alimento. Sin embargo, a pesar del pecado, el designio del Creador, el sentido de sus criaturas y, entre estas del hombre, llamado a ser cultivador y custodio de la creación, permanecen inalterados!.
En nuestros días el Papa Francisco ha hecho un llamamiento para que recuperemos el asombro y el agradecimiento al Creador y así redescubramos nuestra responsabilidad como cuidadores de la “casa común”. “<<Laudato si´, mi´Signore>> <<Alabado seas, mi Señor>>, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: <<Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba>>.”
“Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios puso en ella. Hemos crecido pensando que éramos propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que <<gime y sufre dolores de parto>>.” (Carta Encíclica Laudato si´ del Santo Padre Francisco. 1-2).
“El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza o, al menos, de condiciones para una vida decorosa y, en general, instrumento eficaz contra la pobreza. Pero no se debe ceder a la tentación de idolatrarlo, porque en él no se puede encontrar el sentido último y definitivo de la vida. El trabajo es esencial, pero es Dios, no el trabajo, la fuente de la vida y el fin del hombre”. (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, II c.6 I, 255-257)
Rafael Serrano Molina
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