Estamos ya viviendo el ambiente de Navidad en nuestra Ciudad. Ya se han iluminado las calles, el árbol de Navidad luce en la Plaza del Rey, los comercios están más concurridos que de ordinario por cuantos acuden a preparar los regalos de Navidad. Ya recorremos los belenes instalados por varias asociaciones y el espléndido Belén instalado en nuestro Ayuntamiento. Y posiblemente en muchas familias se estén montando un Belén más o menos grande u original.
Es un buen momento para mostrar a nuestros hijos las virtudes cristianas que Belén y Nazaret nos enseñan. Es una ocasión que no podemos desaprovechar, al pedir a nuestros hijos que monten con nosotros el Belén en el hogar podemos hacerles ver la fortaleza con que José y María afrontaron las difíciles circunstancias en que a María le llegaba la hora de dar a luz, ni una queja, ni una protesta, sólo afrentan la situación con la alegría de la espera del nacimiento de Jesús. Tales circunstancias han sido provocadas por un edicto del Emperador de Roma, al que los jóvenes esposo obedecen, como cualquier otro ciudadano, sin excusas y sin demora. ¡Qué ejemplo de obediencia! Obedecen al Emperador de Roma, cumpliendo así la voluntad de Dios. José actúa con prudencia tratando de buscar la mejor solución a su difícil situación. En Belén se manifiesta también una generosidad sin límites. Cada uno, José y María, está pendiente del otro. En Belén se pone también de manifiesto la sobriedad, allí no hay lujo alguno, faltan incluso cosas que cualquier familia habría considerado necesaria en esas circunstancias. La sencillez y humildad son extraordinarias, es por ello que los pastores no encuentran ninguna barrera para acercarse a adorar al Niño. Más tardes los Magos, olvidados de su posición social no dudan en postrarse ante Jesús.
Sin embargo todo en estas escenas es alegre, hay cánticos de los ángeles, hay caminar presuroso hacia el portal. Se diría que viven con optimismo, que es vivir con fe, confiando en Dios, que todo lo dispone para bien.
Cuando vuelven a Nazaret su vida se resume en unas pocas palabras que expresan las virtudes de un hogar cristiano: laboriosidad, comprensión perseverancia, respeto, humildad…
Podemos durante estos días ayudar a nuestro hijos a superar el afán consumista, el egoísmo, la superficialidad y así a vivir la Navidad con sentido cristiano, a vivir las virtudes que se reflejan en Belén y Nazaret.
Nos puede ayudar a mostrar a nuestros hijos estas virtudes que podemos ver en Belén y Nazaret, si aprovechamos cada día unos minutos para ir leyendo a nuestros hijos los pasajes de los Evangelios en que se narran estos acontecimientos.
Con estas sugerencias deseo a todos una feliz y santa Navidad.
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