“Contemplar la creación nos lleva a la oración. Dios también a mí me da la vida gratis, como a los lirios, como a los pájaros, por lo que soy, no por lo que hago, no según lo haga." Mi mensaje semanal en @COPECadiz.
Ya está aquí el verano y para muchos, afortunadamente, las vacaciones para descansar. Algunos afirman que el verano es para desconectar. Es cierto que así expresamos la distancia que nos sitúa en un contexto diferente a los ritmos de trabajo que son frenéticos, extenuantes, para muchas personas. En el ambiente hiperactivo de nuestra sociedad acabamos verdaderamente cansados, atrapados por urgencias familiares, laborales, pastorales, etc. Es evidente que hemos de encontrar el necesario equilibrio físico, mental y espiritual. Aprovechemos, pues, el tiempo de vacaciones. Pero tenemos que aprender a descansar y redescubrir el sentido último del reposo, no como una simple experiencia de huida, sino como el fruto de un saber, el arte de vivir.
Creo que un reto no pequeño de nuestro tiempo es aprender a tomarse el tiempo para vivir de verdad, para estar más presente en las cosas y en las personas, para amar, para construir. Aunque en un mundo utilitarista como el nuestro parece que las actividades gratuitas, el descanso, el tiempo dedicado a la cultura o a la meditación aparecen como una ofensa al rendimiento y a la eficacia, el descanso tampoco puede ser el desinterés por todo ni ausentarse de la vida. Menos aún la disolución del alma en una distracción inconsciente y alocada. Se impone la defensa de la cordura del ser frente a la locura del activismo.
No tenemos un manual del descanso, pero sabemos muchas cosas que nos recuperan interiormente, nos humanizan y hacen reposar el cuerpo y el alma. Sirvan, pues, las vacaciones para el encuentro, para renovar lazos con nuestros familiares y amigos, para disfrutar de la convivencia con las personas a las que amamos, al tener más tiempo libre, para nuevas experiencias de amistad, de contacto con la naturaleza, de crecimiento. Un ambiente relajado de vacación es perfecto para impulsar el agradecimiento, que a veces con las prisas podemos olvidar. Saber dar las gracias a los demás por los detalles, por los planes o por haberlo pasado bien juntos. Y sobre todo compartir dando gracias a Dios por estar bien y estar juntos, y echar una mano a los nuestros, sin olvidar vivir la caridad con los necesitados, solos o enfermos.
De muchas formas Dios sale a nuestro encuentro en verano. Algunos visitan monasterios, hacen el Camino de Santiago, buscan algún retiro, o participan –como lo harán muchos jóvenes de nuestra diócesis unidos a los de todo el mundo— de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con el Papa en Lisboa. Más sencillamente para cualquiera, puede ser valioso abrir el Evangelio y leerlo lentamente, sin prisa, para disfrutar del consejo de Dios, palabras sabias para meditar y hacer vida, y dejarnos interrogar por Él, preguntándonos cómo va nuestra vida, si está en línea con lo que dice el Señor, y superar el cansancio del cuerpo y del corazón. De diversos modos, en definitiva, podemos aprovechar para recuperarnos del desgaste de cuerpo y alma.
No olvidemos que muchas personas no pueden gozar de vacaciones porque pasan dificultades económicas o viven solos, y en este tiempo lo están más, para mostrares todo el apoyo y el consuelo posible.
Os deseo el descanso merecido que reponga vuestras fuerzas para seguir con fidelidad la ruta de nuestra vida siendo fieles a la voluntad de Dios y a nuestros compromisos.
DEl blog de nuestro Obispo
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