Los psicólogos José Errasti y Marino Pérez Álvarez firman un ensayo contra las tesis postuladas por la teoría ‘queer’ y el nuevo activismo trans
Concurren, entre otros, dos aciertos indiscutibles en esta obra, uno de fondo y otro de forma. El primero es la defensa de la razón. El compromiso con la función crítica de la Universidad ante la constatación de que esta sucumbe progresivamente, también en España, a acomodar esa hegemonía moralizante que encarna hoy la ideología queer en un número cada vez mayor de disciplinas. Capítulo tras capítulo, los autores se aplican a desenmascarar la versión unilateral y sesgada sobre lo trans que invade machaconamente los medios de comunicación y las redes sociales, la educación y la industria del entretenimiento. Someten a la deconstrucción a todas las variantes de ese discurso único, plagado de inconcreciones y contradicciones, que ya se ha incorporado a nuestro ordenamiento jurídico y pretende consolidar el anteproyecto de ley trans presentado por el Gobierno. Identidades sentidas, cambiantes y fluidas, un experimento constante de desestabilización conceptual sobre el cuerpo, que incluye signos inequívocos de autenticidad desde la infancia, o bien revelaciones proverbiales en la madurez, y que tienen en común la negación del sexo “asignado” por una supuesta obsesión binarista.
Los autores se aplican a desenmascarar la versión unilateral y sesgada sobre lo trans que invade machaconamente los medios de comunicación y las redes sociales, la educación y la industria del entretenimiento.
El segundo acierto es el tono que predomina en casi toda la obra. Un uso inteligente de la ironía que les permite enfrentar consigo misma a la filosofía posmoderna de la que surge la “invasión queer”, como la llaman los autores. En los capítulos iniciales y finales de la obra, exponen con humor el narcisismo, la candidez y el espectáculo de la cultura individualista contemporánea. No dejan de señalar, por ello, los poros por los que entran intereses y estrategias que redefinen la realidad por medio de una neolengua para iniciados y proscriben la discrepancia reduciendo los argumentos a fobias. De esta manera, revelan la peligrosa inconsistencia del discurso sostenido con fervor por personajes políticos y celebrities que dicen defender los derechos humanos de una minoría oprimida —aquellos yoes atrapados en cuerpos equivocados— que la industria farmacéutica y el transhumanismo vienen amablemente a rescatar.
Como todo proyecto de aspiraciones holísticas, es inevitable que adolezca también de debilidades. Por ejemplo, se observa una tendencia a tirar el grano con la paja en la crítica de la crítica que hace Butler cuando esta señala el androcentrismo de la biología, que comparte todo el pensamiento feminista, o bien al atribuir su tergiversación de la teoría social a su incorrecta comprensión de esta. Por otra parte, a pesar de referirse con claridad al género como el constructo social de la feminidad y de la masculinidad que define y posiciona a las mujeres como inferiores, en ocasiones los autores aplican su definición como identidad, lo que puede parecer un cambio de criterio entre el plano social y el individual del análisis.
Aportaciones de autoras como Sheila Jeffreys y Kajsa Ekis Ekman, incluso de la antropóloga queer Gayle Rubin en su formulación inicial del sistema sexo/género, y de la socióloga trans Raylene Connell, una autoridad sobre masculinidad hegemónica, tal vez hubieran resultado esclarecedoras. Liquidar el giro interpretativo en ciencias sociales con una parodia de los estudios poscoloniales o de la interseccionalidad tampoco es una contraargumentación recomendable. Pero lo más sorprendente es la posición de los autores como psicólogos porque, si bien rechazan el enfoque afirmativo de la disforia de género, en especial en la infancia y la adolescencia, descartan que se trate de un trastorno. Sostienen que el grave sufrimiento que emerge de la interfaz de los procesos psíquicos individuales y el entorno emocional, relacional y social se genera en la propia falacia de creer que se puede haber nacido en un cuerpo equivocado, que sería el mensaje social erróneo. Quiero pensar que no se autocensuran cuando optan por trasladar a Miquel Missé, sociólogo trans y transactivista, una cierta responsabilidad vicaria suscribiendo y reproduciendo su contradictorio autoanálisis.
Tres ediciones en pocos días indican que todas estas cuestiones suscitan un gran interés y una gran inquietud ante las serias consecuencias que venimos advirtiendo de la penetración de la ideología transgenerista para los derechos de las mujeres, las políticas de igualdad y la salud infantil y juvenil. Porque, por encima de todo, es una obra importante, amena, divulgativa y, en gran parte, accesible, que puede resultar clave para situar la voz crítica en un debate público que parece secuestrado. Quienes denunciamos la deriva contra el Estado de derecho que supone, a la larga, el caballo de Troya de lo trans, el feminismo político y las personas progresistas en general, se lo agradecemos profundamente.
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