Continuando con la misión de la organización de un encuentro de grupos de oración por parte del Secretariado Diocesano de Espiritualidad y Oración cada año, se ha celebrado este trigésimo encuentro con el lema El Espíritu Santo en la unidad de la Iglesia el pasado sábado en la Parroquia San José Artesano de San Fernando.
La jornada comenzó con la exposición del Santísimo y el rezo de Laudes, presidido por el obispo diocesano, Mons. Rafael Zornoza, que eligió el evangelio de la parábola del fariseo y el publicano para comentarlo e iluminar el encuentro desde la humildad de la oración, tan importante en la vida de la Iglesia. D. Rafael resaltó también la perseverancia de los que hacen posible este encuentro necesario para motivar a nuestra diócesis a la vida de oración como impulso a la misión evangelizadora.
Posteriormente, tuvo lugar una contemplación a cargo de dos miembros de la Fraternidad Velad y Orad, titulada Contemplad el aire del Espíritu. Seguidamente, se rezó el Ángelus, finalizando con una oración comunitaria «El Espíritu Santo hace todo nuevo y crea la unidad», participando en ella miembros del secretariado, de los grupos GOT, Adoración Nocturna, Fraternidad Velad y Orad, Adoración Perpetua y Talleres de Oración y Vida. «Cuando el Hijo de Dios vino a nuestro mundo, no se conmovió la tierra, su descenso fue en silencio y humildad; fue como un beso de Dios a nuestra carne. Cuando vino el Espíritu Santo, hubo una gran conmoción espiritual, un viento recio y llamaradas de fuego, una efusión del Espíritu sobre toda carne». Así, se presentaron siete lámparas de barro, símbolo de nuestra humanidad: la fe, la esperanza, el amor, la oración, la fortaleza, la paciencia y la alegría. Se escuchó la Palabra de Dios, y después de una letanía al Espíritu Santo, súplicas y alabanzas, unidos rezaron el Padrenuestro y se impartió la bendición con el Santísimo, un momento emocionante de mucha presencia divina, acabando con un canto a María, nuestra Madre.
Unas setenta personas participaron en este encuentro, que ha sido momento de gracia y de luz en nuestros corazones experimentando la comunión y unidad de nuestra Iglesia: «y tenían un solo corazón» (Hch 4,32).
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