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lunes, 24 de octubre de 2022

EDUCAR EN VIRTUDES. Por Rafael Serrano


            Se habla con frecuencia de la “educación en valores”.  Echamos en falta en nuestros jóvenes valores fundamentales para vivir y convivir bien, para llevar una “buena vida”.

Me parece más acertado hablar de “educación en virtudes”  porque el término “virtud”, connota esfuerzo, poder, como capacidad para llevar a cabo una acción difícil.  También significa el “valor” de acometer una empresa ardua. Virtud es una palabra que tiene un sentido activo. Por eso es necesario el entrenamiento en las virtudes, el ejercicio continuado de actos virtuosos hasta hacerlos hábitos de obrar bien. Tenemos la tarea de entrenar a nuestros hijos - niños, adolescentes y jóvenes-  para que en su vida se esfuercen,  pongan en juego sus capacidades para que su actuación sea “valiosa”, que alcancen una plenitud humana y sean felices, en la medida de lo posible en esta vida y en todo caso alcancen la felicidad eterna en la plenitud del amor a Dios, en su presencia.

 La finalidad de la educación debe ser el que nuestros hijos lleguen a ser felices y para lograr esa meta han de ser verdaderamente libres, libres  para amar, en primer lugar a Dios y a las demás personas ordenadamente. Pero la libertad supone en primer lugar estar libres de condicionamientos, externos e internos. No se es libre cuando uno obra coaccionado por otro, bien sea por coacción física o bien por coacción moral. Tampoco se es libre cuando nos dejamos llevar por las pasiones, impulsos o tendencias más primarias. Libertad no es espontaneidad. La libertad nos capacita para amar. Libertad es capacidad de elegir el fin que deseo alcanzar y los medios para llegar a él. En definitiva, la libertad nos permite elegir al destinatario de nuestro amor. En consecuencia la libertad ha de ser responsable, es decir, debe poder dar razón de sus decisiones y asumir sus consecuencias. Esta será, pues la primera de las virtudes que hay que potenciar en los hijos: la responsabilidad.  Pero el ejercicio de esta libertad responsable exigirá otra serie de virtudes humanas como son la fortaleza, capacidad de resistir a las influencias nocivas y de acometer empresas grandes; habrá que educar la sobriedad, necesaria para resistir muchas de las influencias nocivas, sobriedad en el uso de los medios materiales (televisión, móvil, internet…) y sobriedad en la satisfacción de los gustos, en la comida, en el descanso, evitando convertir los medios en el fin. Por otra parte para acometer grandes empresas habrá que educar virtudes como la generosidad, la justicia, la perseverancia, la amistad, la audacia, el optimismo…

La educación en estas virtudes humanas hará que la educación de virtudes sobrenaturales (fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza, templanza, virtudes morales…), que debe llevarse a cabo simultáneamente, sea más eficaz y arraiguen más fuertemente en nuestros hijos.

Actualmente la tarea educativa no es fácil. Los niños están recibiendo multitud de influencias desde la televisión, internet, redes sociales,  los amigos, los profesores, el ambiente. Ante tan difícil tarea hay padres que tiran la toalla y abandonan a los hijos a su suerte pensando que no pueden hacer nada, que ya ellos vivirán su vida y que la vida les irá enseñando.  Frente a esta actitud hay que adoptar una verdadera intencionalidad educativa, es decir, los padres se han de proponer llevar a cabo una actuación orientada a desarrollar en sus hijos unas determinadas virtudes. Tendrán que actuar positivamente, adaptándose a las circunstancias de cada hijo, sin imposición autoritaria ni dejación, sino con criterio claro y congruente, que es el mejor argumento para nuestros hijos. Por otra parte deberán actuar preventivamente, anticipándose a las dificultades, a los riesgos, a las seducciones que van a encontrar sus hijos y poniendo los medios para contrarrestar una posible influencia negativa. Un poderoso aliado en esta actuación será su ejemplo. Los niños suelen buscar un modelo que les sirva de orientación.

La actuación educativa de los padres deberá estar siempre basada en la aceptación y amor a los hijos y guiada por la prudencia. Esta actuación educativa sólo será posible si los padres  están cerca de los hijos para escucharles, para conocer su situación, sus dificultades, sus ilusiones, sus proyectos. Así podrán proponer, sugerir, animar a los hijos a llevar  a cabo determinadas acciones encaminadas al objetivo de las virtudes que nos hayamos propuesto desarrollar. La experiencia nos irá enseñando qué medios han sido eficaces y cuáles, no, de manera que podremos modificarlos para lograr mejores resultados.

A veces los padres tendrán que exigir. Si hemos logrado una relación con los hijos, fácil, constructiva y amistosa la exigencia será aceptada de buena gana. Pero en todo caso los hijos necesitan límites, que les hagan distinguir entre lo que es correcto, positivo, en una palabra lo bueno y lo que no lo es. Eso, sí. Los padres deben tener ideas claras de lo que deben exigir, que será lo importante. A veces los padres somos intransigentes en cosas secundarias o accesorias y pasamos por alto lo verdaderamente importante. Hay, pues, que compatibilizar la exigencia en lo fundamental con la flexibilidad en cosas que no son esenciales Deben saber adaptar sus exigencias a la edad de cada uno de los hijos: no se puede exigir lo mismo a un niño de 7 años que a un adolescente de 14;. Los hijos aceptarán la exigencia - la necesitan- si ésta es razonable y razonada, no caprichosa; si llegan a verla como una ayuda para lograr éxito en su proyecto de ser mejores; si la perciben como objetiva , no como opinión subjetiva de quien la impone.

Esta hermosa, pero difícil tarea de educar, requerirá por parte de los padres una preparación que debe ser continua, como continua es la evolución de nuestros hijos. Para ello los padres deben preocuparse de su propia formación permanente, mediante lecturas adecuadas y bien seleccionadas, consultas a especialistas, a los tutores y profesores de los hijos en estrecha y positiva colaboración con el Centro educativo, con la asistencia a cursos de orientación familiar y a sesiones de continuidad de estos cursos. Sobre estos cursos pueden recibir información en los propios Centros educativos, si son Centros que merezcan nuestra absoluta confianza por su ideario y por su actuación en el día a dia escolar. También actualmente existen cursos para padres on-line, que, por supuesto siempre deberán ser cuidadosamente seleccionados.  Sugiero una visita a la página web de una organización de orientación familiar donde pueden encontrar amplia información sobre cursos de orientación familiar, cursos sobre los primeros años de la infancia, curso sobre adolescentes y otros muchos. La dirección de esta página es haurride.org. Si tenemos la oportunidad de realizar alguno de estos cursos en grupos presenciales no debemos desaprovecharla ya que el contacto con otros padres que comparten con nosotros las mismas inquietudes educativas, oír sus experiencias, contrastar nuestros modos de actuar con otros, exponer las dificultades que encontramos y atender a  las sugerencias que se propongan, nos enriquecerá y hará más eficaz nuestra tarea educativa.

Para terminar me gustaría ofrecer una palabra de aliento a todos los padres que se empeñan en dar la mejor educación a sus hijos. Tal vez no podamos ser los padres “perfectos”, que demos una educación inmejorable, pero  si nos lo proponemos podremos, si ponemos los medios educaremos menos mal, iremos mejorando cada día nuestra forma de educar y nos iremos educando a nosotros mismos a la vez que educamos a nuestros hijos.

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