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domingo, 7 de julio de 2019

¿Es posible armonizar lo terreno, lo humano y lo divino?


Tomás Jesús Marín Mena
Fidelidad a Cristo, fidelidad a la tierra
Madrid, PPC, 2018
A pesar de que soy consciente de los riesgos que corro al comenzar este breve comentario con un aplauso, lo hago porque estoy convencido de que, en estos momentos, los lectores interesados en temas teológicos necesitamos unos estudios que, además de rigurosos, documentados y serios, nos presenten los contenidos de la fe cristiana en un lenguaje filosófico actual y conectados con esos asuntos “mundanos” que preocupan a los creyentes y, de manera especial, a los profesores de religión, a los catequistas y, en general, a los agentes de pastoral.
Si la Teología es el estudio de la Palabra de Dios mediante las palabras de los seres humanos, hemos de aceptar la obviedad de que es inevitable el análisis de las Sagradas Escrituras mediante los conceptos filosóficos. Así ha ocurrido a lo largo de la Historia y así lo hace Tomás Jesús Marín Mena, quien, acertadamente, tiene en cuenta las teorías contemporáneas como, por ejemplo, las de Nietzsche, Wittgenstein, Heidegger, Panikkar, Buber, Rosenzweig, Zubiri, Bonet, Arendt, Spinoza, Ortega y Gasset, Teilhard de Chardin o Gadamer.
En contra de aquellas afirmaciones de creyentes y de ateos en las que se contraponen la fidelidad a Cristo y la fidelidad a la tierra, él nos muestra y nos demuestra cómo es posible y obligatorio hacer compatibles estos dos compromisos porque, afirma, “en Cristo es llevado lo terreno y lo humano a su culmen”. Inspirándose en las Sagradas Escrituras, apoyándose en la Tradición y en el Magisterio, y, de manera más concreta, en los Padres de la Iglesia y en los documentos del Concilio Vaticano II, nos explica su pensamiento de una forma clara, precisa y, en ocasiones, bella.
Como es fácil de suponer, el núcleo de sus análisis y de sus reflexiones es Jesús de Nazaret quien, como revelador del Padre, conduce a la humanidad a la plenitud. A partir de esta constatación elabora una concepción antropológica fundamentada en la persona y en el mensaje de Cristo. Este es el marco en el que sitúa el proceso de construcción de la Iglesia cuyo sustento -en el doble sentido de esta palabra- es la Eucaristía, la mesa que reúne a los seres humanos y hace posible la creación y recreación de un nuevo mundo y de una nueva humanidad.
Su respuesta a la pregunta “¿Es posible armonizar lo terreno, lo humano y lo divino?” es el contenido de este libro que podemos sintetizar con sus propias palabras: Sí, porque “Ser fiel a la tierra es bailar y reír al ritmo de la belleza de la vida, vivir con pasión, amar esta existencia y luchar por la felicidad, comprometerse con la madre Tierra, con la vida de los humanos y con la de los últimos de la tierra. Pero ser fiel a la tierra también -¿por qué no?- es participar del espíritu de religiosidad que ha atravesado la historia de la humanidad; es agradecer la propia existencia porque la infinidad de cosas buenas que nos pasan no dependen de nosotros; es gritar hacia dentro y hacia fuera de nosotros mismos en los momentos límites y cotidianos con el anhelo de que Otro nos escucha; es, a fin de cuentas, afirmar plenamente lo humano abriéndonos a la trascendencia divina” (p. 21) Me permito dar las gracias y mi enhorabuena al joven autor.
José Antonio Hernández Guerrero


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