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lunes, 2 de septiembre de 2024

MI MENSAJE POR LA CONVOCATORIA DEL JUBILEO ORDINARIO DE LA ESPERANZA 2025.(SR OBISPO)

 


Como ocurre cada 25 años en la Iglesia Católica, el Papa Francisco ha convocado oficialmente para el año 2025 el Jubileo Ordinario de la Esperanza. Se iniciará con la apertura de la “Puerta Santa” el 24 de diciembre de 2024 en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, procediendo posteriormente a la apertura de las otras tres puertas santas que existen en Roma. Al terminar el jubileo la puerta será sellada nuevamente el domingo 28 de diciembre de 2025, y el 6 de enero de 2026, será cerrado el pórtico de la basílica de San Pedro, clausurando el “Año Santo” en coincidencia con la Epifanía del Señor.

Los jubileos son aniversarios especiales que se celebran al transcurrir un determinado número de años. Por lo general, se toman en cuenta números redondos. Su historia se remonta a una tradición judía que pasó al olvido y rescató la Iglesia Católica para perdonar los pecados a los peregrinos a Roma. Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 años por Pablo II. Algún otro ha tenido lugar en momentos ‘extraordinarios’: por ejemplo, en 1933, Pío XI quiso conmemorar el aniversario de la Redención, y en 2015 el Papa Francisco convocó el Año de la Misericordia. Habían pasado cientos de años hasta que el papa San Juan Pablo II decidió –al anunciar el Año Santo de la Redención en el 2000 a través de la Carta Apostólica “Tertio Millennio Adveniente”—, que la indulgencia se extendería a cualquier diócesis o en cualquier catedral del mundo designada por los obispos de cada país.

El Jubileo Ordinario de la Esperanza de 2025, que dará comienzo en la Basílica de San Pedro en Navidad, se ha anunciado a través de la lectura de la bula “Spes non confundit”, que significa “La esperanza no defrauda”, documento de fuerte contenido social, que sirve de guía del gran evento religioso. El Santo Padre recuerda que la esperanza es una virtud “que nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la Cruz”, que “se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo”. Como dice el Papa Francisco, debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con la amplitud de horizonte que nos da la fe. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la inmensa pobreza que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Por lo tanto, la dimensión espiritual del Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse, para ser coherentes, a estos aspectos fundamentales de la vida social.

La Iglesia entera se prepara para este tiempo de gracia profundizando en la oración y repasando los documentos del Concilio Vaticano II, de riqueza inigualable, que nos invitan a recuperar la santidad en la propia vida y la misión de evangelizar propia de la Iglesia, con la mirada puesta en la sociedad y cultura de los hombres de hoy. Comencemos, pues, esta preparación desde ahora. Leer los escritos del Concilio Vaticano II afianzará nuestra formación, iluminando nuestro modo de estar presentes como cristianos en el mundo actual; y la oración nos une al Señor, nos anima y da paz, nos dirige hacia el bien. Se trata de dos caminos por los que bien podríamos transitar este verano.

TE INTERESA:

“Spes non confundit” (Bula de Convocatoria del Jubileo Ordinario de la Esperanza 2025). 

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