¿Le ha sorprendido a usted el término “biopolítica”? A mis alumnos, ya hechos a la palabra “bioética”, sí les sorprende de entrada. Pero inmediatamente captan la diferencia entre lo uno y lo otro. Si distinguimos con claridad entre ética y política, ¿por qué no hacerlo entre bioética y biopolítica? De hecho, son cada día más las leyes y las acciones de gobierno que afectan a la vida. Me refiero a la vida en sentido biológico, no en sentido biográfico: en la gestión de los espacios naturales, en la legislación sobre los animales, en las prioridades de investigación biomédica…, en todos estos terrenos hay mucha biopolítica. Y, por supuesto, una buena parte de las decisiones biopolíticas afectan en particular a la vida humana, a la procreación y a la sexualidad, a la enfermedad y a la muerte de las personas.
La biopolítica humana en España ha sido manejada para fracturar la sociedad. Se ha usado como una mera herramienta de descalificación para impedir el debate libre. Es decir, se ha hecho, con demasiada frecuencia, biopolítica para la discordia.
El mecanismo retórico ha funcionado siempre así: Primero se coloca un problema biopolítico en términos de dilema: ¿Acepta usted mi ley de aborto o prefiere que metamos a las mujeres en la cárcel?, Zapatero dixit; ¿Opta por la eutanasia o por el sufrimiento terminal?, Sánchez pregunta. Después, se descalifica a todo el que rechace el primer polo del dilema, como si estuviese aceptando el segundo. Y, a partir de ahí, se intenta que buena parte de la sociedad quede fuera del juego político y del debate público, lo cual era, en el fondo, lo que se buscaba.
Hay que cambiar ya esa orientación de la biopolítica, para ponerla al servicio de la concordia. No podemos aceptar por más tiempo el planteamiento de los problemas biopolíticos como burdos dilemas. Hemos de formularlos como retos a la creatividad y a la laboriosidad de las personas. Porque no se trata de elegir entre dos polos que nos disgustan y enfrentan, sino de crear con nuestro trabajo nuevos cauces de acción en los que todos podamos encontrarnos. ¿Un ejemplo? El Premio Nobel de Medicina (2012) Shinya Yamanaka demostró que las células adultas pueden ser reprogramadas y convertidas en pluripotentes. Quedó así roto el viejo dilema que parecía obligarnos, o bien a destruir embriones humanos, o bien a paralizar la investigación en medicina regenerativa.
Otras muchas personas y organizaciones trabajan hoy heroicamente para abrir análogas vías en el caso del aborto y en el de la eutanasia. El problema del aborto ha de ser afrontado con nuevas biopolíticas de apoyo a la maternidad, guiadas por dos principios: se debe potenciar la libertad de las mujeres embarazadas, de modo que no se sigan dando abortos obligados por circunstancias económicas, por presiones sociales o por simple desinformación; y, con ello, se debe tender decididamente hacia la disminución del número total de abortos por año. Por otro lado, en la cuestión de la eutanasia, la vía creativa es la de los cuidados paliativos, que potencian la libertad de las personas, mitigan el sufrimiento y reducen prácticamente a cero las solicitudes serias de eutanasia.
Estas nuevas biopolíticas exigen creatividad y trabajo, inversión y esfuerzo, pero rinden a cambio valiosísimos frutos: libertad para las personas, concordia social y hábitos de respeto hacia la dignidad humana.
Por Alfredo Marcos
Artículo publicado en la edición número 64 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario