A Luník IX hay que ir, no se llega de paso. Tres curvas y un pequeño puente lo separan del resto de la ciudad. Nadie aquí recuerda exactamente cuándo ni cómo llegó. Pero la mayoría no deja de preguntarse sobre el momento en que podrá largarse. De Lunik IX se fueron primero los soldados y policías con los que fue concebido originalmente el barrio, muy cerca de un vertedero en la ciudad de Kosice, la segunda más grande de Eslovaquia. Luego se marcharon los eslovacos que quedaban. También los profesores de la escuela. Y, poco a poco, se fueron incluso la mitad de los 8.000 gitanos que llegaron a vivir aquí en condiciones de precariedad extrema. El resto sobrevive hoy como puede en un lugar donde apenas se dispone de suministros de agua y luz. Un sitio dejado de la mano de Dios que el Papa, tal y como hacía con las Villas Miseria de Buenos Aires cuando era Arzobispo, visitó este martes durante su estancia en Eslovaquia
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