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A las 10.00 horas dio comienzo la ponencia final. Un texto que
fue terminado a lo largo de la pasada noche, a partir del trabajo de los
congresistas del sábado. Los comunicadores fueron Mons. Antoni Vadell,
obispo auxiliar de Barcelona y Ana Medina, periodista de TRECE TV.
La
ponencia final tuvo un doble objetivo: por un lado, presentar las aportaciones
que, en un ejercicio de discernimiento, los Grupos de Reflexión han formulado
tras el recorrido de los cuatro itinerarios que han constituido el eje central
del Congreso y por otro, ofrecer un escenario de futuro inmediato que permita
profundizar en las prioridades que, en un ejercicio de sinodalidad, se han
podido identificar durante este proceso.
La
ponencia empezó con un breve recorrido por el pueblo de Dios. Se explicó
que la Iglesia nace del misterio de Dios y camina en la historia como
pueblo: “este pueblo estaba formado por hombres y mujeres, cristianos
que venían del judaísmo y cristianos que venían del paganismo, apóstoles y
maestros, profetas y diáconos, pastores y fieles. Es un pueblo en salida por
expreso mandato de Jesús resucitado. La Iglesia es Iglesia en salida y, por
eso, en toda época la misión
renueva a la Iglesia. En esencia la misión consiste en dar vida. ¿Quiénes forman parte de este pueblo
misionero y santo? Hombres y mujeres con diversidad de vocaciones,
carismas y ministerios”.
1.
“Los laicos una parte fundamental del pueblo de
Dios. Somos
discípulos misioneros: con la mirada puesta en Jesús, conscientes
de nuestra propia vocación y con una vida entregada a los demás”.
2.
“Hemos
vivido una experiencia de sinodalidad, de caminar juntos y ha estado caracterizado por: la escucha,
el discernimiento, la corresponsabilidad y la participación”.
3.
Ha sido
un Congreso que ha servido para sembrar las semillas necesarias para renovarnos y dinamizar el
laicado en España y
sentimos que se están ya cosechando los primeros frutos. Para recorrer este camino necesitamos
estar abiertos a la conversión pastoral y misionera, comunitaria y
personal. La conversión pastoral y misionera exige la implicación de
todos, cada uno desde su propia vocación.
4.
Tenemos que reconocer
el valor y la importancia de la cultura, que siempre nos trae nuevas preguntas. Ya el Sínodo sobre los
jóvenes habló sobre algunos desafíos antropológicos y culturales a
los que estamos llamados a enfrentarnos en nuestro tiempo. Necesitamos tomar
conciencia de estos cambios para poder responder a los nuevos retos del tiempo
y de la historia”. Y en esta cultura, la Iglesia sinodal quiere ser sal y luz:
“hace tres años, en las aportaciones de los jóvenes españoles para el Sínodo
sobre los jóvenes, éstos soñaban con una Iglesia misericordiosa,
acogedora, cercana y abierta al mundo de hoy y, sobre todo una Iglesia fiel a
Jesús y su Evangelio. Para ello es importante: salir hasta las
periferias, diálogo y encuentro, vivir desde la oración y los sacramentos,
apertura a quienes buscan, cultivar las semillas del Verbo, cercanía a los
pobres y a quienes sufren, anunciar el Evangelio y estar a gusto con el
pueblo”.
5.
La vocación
como factor clave en la tarea de los laicos: “todos los cristianos estamos invitados a tener un papel activo en
la Iglesia y en el mundo, cada uno según su propia vocación. La vocación es el
regalo que Dios nos dona junto a la vida. Este pueblo ha sido bendecido con
distintas vocaciones. No es extraño entender la vocación como camino de
santidad, como fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas y en nuestras comunidades,
porque toda vida es misión. Hay una continuidad inseparable entre
vocación, misión y santidad. La llamada a la santidad es una llamada a la
entrega, a la donación y a la alegría misionera. Vocación y misión están
inseparablemente unidas. No podemos olvidar nunca que la vocación y la misión
nacen del Señor, de Él parte la iniciativa. La misión es del Señor, es Él quien
llama y envía”.
6.
“Aquí
están los fundamentos de la misión compartida, tan
importante en muchas congregaciones e institutos religiosos. La misión
compartida va haciéndose realidad. Es una gran alegría constatar la presencia
de tantos laicos comprometidos vocacionalmente en la misión. Nos necesitamos unos y otros, cada uno con su
propia vocación, para llevar
adelante la misión”.
7.
El protagonismo
del laicado. “Este protagonismo –explican- brota del don de la vocación
laical y se hace concreto en la responsabilidad que toda vocación conlleva.
Cuando posibilitamos y ejercemos este protagonismo, desarrollamos la sinodalidad.
La responsabilidad de unos está unida a la responsabilidades de otros. Por eso
hablamos de corresponsabilidad, que es más que de responsabilidad, porque
implica una responsabilidad compartida y ejercida complementariamente. En la Iglesia sinodal nos necesitamos
todos. No podemos excluir a nadie y nadie puede excluirse”. Asimismo, han dicho
que les gustaría ver “este mismo protagonismo laical en los cauces de
participación eclesial, siempre en clave de misión y no de poder”.
8.
La
segunda parte de la ponencia se ha centrado en dar respuesta a las tres
preguntas que se plantearon al inicio del Congreso: ¿Qué actitudes hemos
de convertir? ¿Qué procesos hemos de activar? ¿Qué proyectos podemos proponer? Previamente,
los participantes habían identificado luces y sombras, habían recogido sus
inquietudes, planteado líneas de acción y concretar algunas propuestas. Todo
ello ha sido plasmado en el Instrumentum Laboris, que han planteado
como marco de referencia. En él se ha propuesto: encontrar cauces de
crecimiento personal y comunitario, impulsar la corresponsabilidad en el seno
de la Iglesia, asumir un mayor compromiso en el mundo y ofrecer una renovada
formación.
9.
ITINERARIOS
DEL CONGRESO. “El Congreso ha propuesto
cuatro itinerarios que marcarán el camino de los próximos años. Los cuatro
itinerarios son: el primer anuncio, el acompañamiento, los procesos
formativos y la presencia en la vida pública. En cada uno de estos
itinerarios nos hemos preguntado: ¿Qué actitudes convertir? ¿Qué procesos
activar? ¿Qué proyectos proponer? Y lo hemos hecho en el contexto de las
diferentes líneas temáticas que integraban cada uno de ellos, en las que se
concretan diversas necesidades a las que hemos de dar respuesta como Iglesia, y
con la ayuda de las experiencias y los testimonios que hermanos nuestros han
compartido con nosotros, dándonos luz sobre cómo podemos actuar”.
10. “Estos cuatro itinerarios responden a una
lógica interna que los relaciona entre sí: representan el camino natural de
nuestro proceso de fe y, al mismo tiempo, expresan la misión y la tarea que
tenemos encomendadas como cristianos. En los grupos hemos reflexionado sobre
las actitudes que debemos convertir, tanto a nivel personal como a nivel
comunitario. En uno y otro caso, sabemos que la conversión tiene su
fuente en Dios, gracias al impulso del Espíritu, mediante el encuentro con
Jesús el Señor”, han continuado explicando.
11. A continuación, llegó el turno de
contestar las tres preguntas que se plantearon al inicio del Congreso. En lo
que se refiere a actitudes a
convertir, aseguran que “para ser Iglesia en salida
vemos que hemos de combatir nuestro individualismo, abandonar el derrotismo, el
pesimismo y la tentación del clericalismo. Debemos comprender que el Señor ha
querido confiar en nosotros y que contamos con su Gracia. En los grupos de
reflexión hemos recordado que una Iglesia en salida no es posible sin reconocer
el papel de la mujer en la Iglesia, el protagonismo de los jóvenes en nuestras
comunidades y la inclusión en ellas de personas con diversidad funcional.
Observamos asimismo que es fundamental pasar de una pastoral de mantenimiento
a una pastoral de misión. Ello exige abrir nuestros corazones y
nuestras comunidades, ponernos en disposición de escucha, cuidar el lenguaje,
reforzar nuestra capacidad para la empatía, acoger; solo así es posible el
diálogo, premisa de todo lo demás. Ser Pueblo de Dios en salida supone para
nosotros la alegría de haber comprendido que nuestra fe adquiere todo
su sentido cuando somos capaces de compartirla con quienes están a nuestro
alrededor”.
12. Sobre los procesos a activar y los proyectos a proponer, han expuesto que “activar procesos
supone partir de la realidad que queremos cambiar y tener claro a dónde
deseamos llegar. Procesos y proyectos son necesarios porque en ellos
vemos una herramienta eficaz de comunión. Existen dos premisas que
deben marcar el diseño de los diferentes procesos que hemos de activar y de los
proyectos concretos que queremos proponer: el discernimiento como
actitud y metodología; y la creatividad desde la escucha al
Espíritu y como oferta al mundo. Además, en los grupos de reflexión se ha
destacado el valor de la parroquia como espacio necesario para
el primer anuncio”.
13. En esta parte de la ponencia se han
recogido algunas de las propuestas y proyectos más significativos. Sobre el primer anuncio: “deseamos proponer procesos
como pueden ser: valorar la importancia del primer anuncio, la narración de la propia vida de fe y el
testimonio creyente, en la vida diaria –la familia, el trabajo, las
asociaciones, el barrio, el pueblo–. En los grupos hemos hablado sobre la
necesidad de procesos de iniciación cristiana que favorezcan el
encuentro personal con Cristo. También pedimos explorar formas para acoger
y acompañar a los que buscan y a quienes se han alejado de la fe. Otro proceso
sencillo nos llevaría a conocer las iniciativas de primer anuncio que se están
desarrollando en muchos lugares. En referencia a los proyectos, la propuesta
más significativa por parte de los grupos es la creación de Escuelas de
evangelizadores y para el primer anuncio”.
14. En lo que se refiere al acompañamiento, proponen: “procesos de acompañamiento como actitud pastoral
básica en lo que hace referencia a las personas y a los grupos. En este
sentido, se ha hablado de cuidar el acompañamiento de personas en situación de
sufrimiento y vulnerabilidad, de los matrimonios y familias, de los jóvenes y,
más en general, para el discernimiento de la propia vocación. Los proyectos
asociados a estos procesos que pueden ayudar a desarrollarlos son, entre otros,
la promoción de Grupos y Redes de Acompañantes, la creación de Grupos de
Acogida en las Parroquias y la puesta en marcha de Escuelas de Acompañamiento y
Discernimiento Espiritual. También valoramos como una propuesta importante la
elaboración de un Plan de
Formación en el Acompañamiento.
15. Sobre los procesos formativos ven
necesario “activar procesos continuados de formación en la fe desde
la infancia hasta la edad adulta en los que el laico sea el protagonista,
incluyendo los sacramentos como ejes vertebradores. Entre los diferentes
proyectos planteados se ha hablado de la necesidad de difundir itinerarios de
formación para toda la vida, de la creación de Escuelas de Doctrina Social de
la Iglesia y de la promoción de Escuelas de Formación de Comunicadores Cristianos que nos ayuden a emitir adecuadamente el
mensaje que propone nuestra fe”.
16. La presencia en la vida pública: “hemos de activar procesos de
diálogo con la sociedad civil y cuidar especialmente que nuestro
compromiso en la vida pública no quede excluido del acompañamiento por parte de
nuestras comunidades de referencia. También se ha valorado como fundamental articular procesos de diálogo entre la fe y la
ciencia. En cuanto a los
proyectos concretos, la promoción de foros y espacios de encuentro para los
católicos comprometidos en el ámbito de la política puede ayudar eficazmente en
la opción por la transformación de la realidad para la construcción del bien
común”. Además, “se propone la incorporación
en la vida diocesana de órganos y acciones específicas para promoción de la
ecología integral” y una
de las propuestas más comentadas ha sido la de “promover, potenciar,
profesionalizar y estructurar los contenidos de nuestra presencia en ellas a
través de la generación de proyectos evangelizadores”.
17. A modo de conclusión, se ha resaltado en
varias ocasiones que este es el momento de los laicos. “Lo hemos experimentado
en el proceso previo que nos ha traído hasta aquí. Es nuestro momento y
somos nosotros los elegidos. Sabemos que el camino no es sencillo. Pero a
la vez es ilusionante. Debemos salir con el compromiso compartido de seguir
potenciando el papel de laicado en la Iglesia que peregrina en España”, han
asegurado.
Además,
han afirmado que “este proceso tiene ahora una clara continuidad”.
“No hemos acabado con este Congreso, sino que constituye el punto de partida de
nuevos caminos. El propósito de llegar, en primer lugar, a todos esos hermanos
nuestros de nuestras diócesis, parroquias, movimientos, colegios,
instituciones, a los cuales representamos y tratar de comprender que hay un
camino ya recorrido, pero que queda otro más importante aún por andar y que
queremos hacer juntos, como Pueblo de Dios. Hemos detectado inquietudes
compartidas; partiendo de ellas, hemos concretado líneas de acción; en las
reflexiones formuladas en los grupos de reflexión hemos planteado nuevas
propuestas. Ahora debemos dar forma a todo ello, siguiendo la misma metodología
sinodal, para ir profundizando de manera organizada en los diferentes desafíos
identificados”, señalaron.
Para
acabar, se ha hecho hincapié en que se ha iniciado un proceso. “Un
proceso que continúa abierto y nos exige seguir caminando como Pueblo de Dios
en Salida. Somos conscientes de que ha sido y es un proceso guiado por
el Espíritu, presente desde el principio. Hemos vivido en estos días un renovado
Pentecostés”.
“Sigamos adelante”, añaden ya que no se está construyendo para hoy ni
trabajando para mañana: “Estamos
forjando un camino para la eternidad”.
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