El sacerdote Alejandro Sevilla Segovia ha fallecido esta mañana en torno a las 6:00 am. en la ciudad de Ceuta, ciudad en la que residía y de cuya Catedral era canónigo.
El Rvdo. P. Alejandro Sevilla era muy conocido y querido en la ciudad autónoma, donde había desarrollado su labor pastoral desde muy joven.
La Capilla Ardiente estará situada, a partir de las 13:00h., en la Capilla del Sagrario de la S. I. Catedral de Ceuta.
El Funeral del Rvdo. P. Alejandro Sevilla Segovia tendrá lugar mañana, a las 10:00 h., en la S. I. Catedral de Ceuta, presidido por el Obispo de la Diócesis, Mons. D. Rafael Zornoza Boy.
La Vicaría General de Ceuta y el Cabildo Catedral de Ceuta manifiestan su pésame a los familiares del que fuera canónigo de su Catedral y destacan su entrega a la Iglesia y su servicio pastoral a todos los que lo conocieron.
OBITUARIO Por: José Luis Gómez Barceló, Cronista Oficial de Ceuta
y OBITUARIO Por: José Antonio Hernández Guerrero
OBITUARIO Por: José Luis Gómez Barceló, Cronista Oficial de Ceuta
Alejandro Sevilla Segovia nació en Los Barrios (Cádiz) el 9 de marzo de 1930. Hizo sus estudios sacerdotales en el Seminario de San Bartolomé de Cádiz, ordenándose el 28 de junio de 1957. Licenciado en derecho canónico en la Universidad Pontificia de Comillas, obtuvo el doctorado con posterioridad.
Como sacerdote, estuvo a cargo de las parroquias de San Ildefonso y San José en Ceuta, hasta conseguir la canonjía doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Ceuta. Canciller y Vicario Episcopal de Ceuta, tuvo también responsabilidades judiciales como Juez diocesano, siendo además capellán de la Prisión Provincial de Los Rosales y del Colegio de la Inmaculada Concepción.
Profesor tutor del Centro Asociado de la UNED en Ceuta, ha investigado y escrito numerosas publicaciones sobre la historia eclesiástica de Ceuta dedicadas a sus principales devociones como Nuestra Señora de Africa, San Antonio o San Daniel y Compañeros Mártires, así como a sus cofradías y templos.
Era correspondiente de las Reales Academias de Bellas Artes de San Fernando y de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras, y miembro numerario del Instituto de Estudios Ceutíes. Fue también Delegado del Sindicato Nacional de Escritores Españoles en Ceuta.
Entre otras distinciones era Caballero del Santo Sepulcro, Caballero Mozárabe y Caballero de la Orden Imperial de Yuste, Legionario de Honor… También ostentaba la Medalla de Plata de la Ciudad, la Medalla de Oro de San Isidoro de Sevilla y los escudos de oro de la Tertulia Flamenca, la Junta de Hermandades y Cofradías de Ceuta y el Colegio Oficial de Arquitectos de Ceuta.
OBITUARIO Por: José Antonio Hernández Guerrero
Fallece el padre Alejandro Sevilla Segovia, un sacerdote, un canónigo y un profesor, que nos ha estimulado para que construyamos la ciudad terrena implantando la libertad, el amor y la comunión fraterna: un amigo que nos ha acompañado en el camino hacia la madurez humana y que nos ha alentado en la búsqueda de valores trascendentes y en la práctica de virtudes cristianas.
Aunque soy plenamente conscientes de que, por mucho que intente divisar el amplio y fecundo paisaje de su vida, sólo seré capaz de abarcar un pequeño trozo de su denso y polifacético recorrido humano, cristiano y sacerdotal, aprovecho este momento doloroso para, recordando algunos rasgos de su rica personalidad, mostrar mi admiración y mi gratitud. Estoy convencido de que sólo alcanzamos la verdad humana de los hechos cuando la recuperamos con gratitud su memoria.
Realista, reflexivo y coherente, el padre Alejandro estaba dotado de una inteligencia práctica y de unos sentimientos nobles que le han dictado el rumbo de una andadura humana, cristiana, profesional y pastoral que han redundado en beneficio de muchos de sus conciudadanos ceutíes: su amor sin fingimientos por esa tierra ha repercutido, de manera intensa, en nuestro propio bienestar. Hombre culto, atento, observador, de palabra fácil y de escritura elegante, ha escuchado, anunciado, proclamado y explicado la Palabra tal como él la había recibido desde dentro de la tradición y de la vida de la Iglesia, sin caer en esa fácil retórica revolucionaria que, como él repetía, nada cambia.
Como especialista en el Derecho Civil y en el Eclesiástico, asumió, sagazmente, que su tarea no estaba encerrada en las fronteras marcadas por las normas canónicas o jurídicas, sino que la razón última de todas sus enseñanzas era ayudar a los seres humanos concretos con los que él convivía y a los que él servía, para que, solidariamente, caminaran hacia la plenitud y hacia el bienestar. Esta fueron las razones que movieron a las autoridades ceutíes y a los responsables religiosos, en nombre de los ciudadanos, a concederle diferentes distinciones como, por ejemplo la Medalla de Plata de la Ciudad de Ceuta o la Carta de Hermandad de la Orden San Juan de Dios. Recordamos su libro sobre «San Juan de Dios, su impronta y legado en la ciudad de Ceuta».
A su intensa actividad eclesial como Canónigo Doctoral, Juez del Tribunal Eclesiástico, Canciller Secretario, Vicario de Ceuta, Habilitado del Clero, Archivero Eclesiástico de los Archivos Vicarial y Catedralicio, Delegado de Pastoral Familiar y Capellán de la prisión, hemos de añadir su reconocida tarea docente que ejerció en la Escuela Universitaria de Enfermería y en el Centro Universitario de la UNED en Ceuta. Sus numerosas publicaciones -más de una docena de libros- constituyen una prolongación de su siembra evangélica, abarcando distintos aspectos de la historia de la Diócesis de Ceuta, especialmente los relacionados con la religiosidad popular, y diversos temas pastorales, teológicos y científicos. Fue miembro de Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, Académico de la de San Dionisio de Jerez de la Frontera (Cádiz) y numerario del Instituto de Estudios Ceutíes. El profundo amor a la Virgen y el interés por la promoción cultural y por la evangelización de los ceutíes fueron los motores que le movieron a investigar diversos documentos para descubrir y para dar a conocer las raíces de culturales y cristianas de Ceuta.
Sus acciones pastorales y sus enseñanzas jurídicas explican, de manera rigurosa y fecunda, su peculiar manera de interpretar la vida y de enriquecer nuestro mundo. Sus palabras luminosas, sus gestos generosos y sus actos coherentes nos han contagiado de su fuerza y de su vitalidad, y nos han ayudado a muchos para que miremos y vivamos la vida de una manera más humana y para que leamos los acontecimientos descubriendo su sentido trascendente. Que descanse en paz.
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