No vivimos para morir, sino que la muerte es la puerta de la vida eterna, que es el clamor más profundo del hombre de todas las épocas, porque lleva en lo más profundo de su corazón el anhelo de la inmortalidad.
Reflexión para este día:
Para este día no tengo flores ni altar, no prenderé velas ni haré oraciones, de hecho no tengo muertos en la familia, tengo personas que se han ido, pero que su sangre fluye por mis venas, que siguen aquí, conmigo, en mis recuerdos.
No habrá calaveras ni flores, tan sólo festejos por haber convivido con personas valiosas que sólo se adelantaron a la presencia de DIOS.
Para este día no tengo lágrimas, tengo agradecimiento, no hay tristezas (un poquito de nostalgia) sólo recuerdos, si algo yace en mis sepulcros familiares son evidencias de quienes aún dan vida a mi vida con su legado.
No usaré este día para meditar sobre la muerte, agradeceré la oportunidad de la vida, en mi casa todos son bienvenidos, sobretodo los recuerdos de las personas que ya no están físicamente.
Para este día de muertos no adornaré la casa con motivos fúnebres, abriré mis cortinas para que la bendición del sol entre y acaricie mi vida.
Para este día de muertos hablare directamente con DIOS para pedirle por mis vivos.
Para este día y para el resto de mis días, pensaré en la muerte para valorar la vida, mi ofrenda será tratar de ser mejor y mi incienso una sonrisa sincera para los demás.
Para este día de muertos abrazaré aquellos que tienen muerta la esperanza, que han perdido la paz o se les murió la fe.
Para este día tengo tantas gracias que dar, un requiém a mi tristeza y un epitafio en mi puerta que diga:
“Aquí yace y vive una persona que no quiere morir en vida"
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