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miércoles, 18 de septiembre de 2019

DEL BLOG DE NUESTRO OBISPO. "COMIENZO DE CURSO CON MARÍA"


Queridos amigos: os deseo un gozoso comienzo de curso, ahora que culmina el tiempo veraniego y volvemos a nuestros trabajos. Muchos han empezado ya, y otros están con los preparativos de los cursos académicos. También se pone a punto nuestra actividad pastoral en las parroquias y las delegaciones Es el momento de agradecer esa cooperación de tantos de vosotros que hacéis vuestros los proyectos parroquiales de modo corresponsable con los sacerdotes, compartiendo los trabajos en la organización y gestión de las actividades. De este modo nuestras parroquias pueden ser comunidades vivas y vibrantes con el afán misionero que debe caracterizarnos hoy, con creatividad evangelizadora y atractivo para seguir siendo “la misma iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas” (E. G., 28). Os invito, pues, a crecer este curso aún más como discípulos del Señor, siendo capaces de transformarnos progresivamente para explorar día a día las muchas posibilidades de renovación que nos ofrece la acción del Espíritu Santo en medio de nuestro mundo y salir al encuentro de los demás.
Hemos de prepararnos para celebrar en octubre el Mes Misionero Extraordinario con toda la Iglesia universal. En el podemos intensificar el dinamismo misionero que se nos pide a todos los cristianos. Dice Francisco que, en la misión, en la “salida misionera” encontramos el modelo de toda nuestra acción pastoral, también para nuestra pastoral ordinaria. No podemos esperar pasivamente en nuestros templos, sino llevar el evangelio a todos (cf. EG 15).
En estos días estamos celebrando a María en dos de sus fiestas del calendario litúrgico: la Natividad de la Virgen María (día 8) y el Dulce Nombre de María (hoy día 12). ¡Qué oportunidad para ofrecerle este curso, las actividades pastorales, nuestras familias, asociaciones, movimientos! Ella nos acompaña, nos une e intercede por nosotros ante su hijo, Jesús; pero, además, nos enseña a poner la vida en juego, dejando que Dios nos haga participar colaborando en la obra de la salvación del mundo, superando nuestros propios límites con su gracia.

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