A pesar de que el autor confiesa que, en este libro, ha reunido los “Pliegos” publicados en la revista Vida Nueva en los que nos cuenta sus reflexiones sobre sus experiencias en la parroquia del Buen Pastor de San Fernando de la Diócesis de Cádiz, y, después, en el colegio Padre Damián, de Barcelona, me atrevo a afirmar que también es -puede ser- un manual teórico y práctico de comunicación pastoral. A lo largo de los diferentes capítulos explica y aplica un principio fundamental: que la comunicación es, en primer lugar, un encuentro personal que requiere que el “comunicador” se sitúe en un mismo plano, que cree una atmósfera de cordialidad con los destinatarios y que, en consecuencia, adopte una actitud, más que como profesor, como como compañero, como amigo y como hermano.
De una manera sencilla, clara y, al mismo tiempo, profunda, Fernando Cordero Morales, sacerdote de los Sagrados Corazones y periodista, nos muestra cómo los mensajes cristianos -las enseñanzas del Evangelio- se han de explicar con un lenguaje nuevo y renovador aplicándolos a las situaciones y a las circunstancias concretas de la vida actual. Sí, para hablar de Jesús, de María, de la gracia, de la santidad, de la misericordia, de los sacramentos, del adviento o de la cuaresma despertando el interés y manteniendo la atención de los oyentes, es indispensable referirse a la economía, a la política, al arte, a la ciencia, a la música, a la literatura, al cine, a las tradiciones, al ocio y, en general, a la cultura en la que están inmersos los oyentes.
Me sorprende -lo reconozco- la habilidad con la que el autor nos cuenta cómo él vive con naturalidad los “elocuentes” episodios de la vida cotidiana extrayendo esas sustancias que iluminan los claros mensajes evangélicos, y me admira su facilidad para desentrañar y para exponer las enseñanzas fundamentales del cristianismo. En mi opinión, una de las claves de estas destrezas reside, además de su preparación profesional, en su convicción de que la atención a los destinatarios constituye un factor determinante de los contenidos y del lenguaje del discurso pastoral. Ellos son, más que clientes, interlocutores activos, son actores, y, más que actores, son los protagonistas de todo el proceso.
Y es que, efectivamente, como decía el papa Juan Pablo II, la presentación de los contenidos doctrinales, siendo inmutables, necesitan “nuevas expresiones”, un lenguaje conceptual y unas motivaciones que lleguen verdaderamente al hombre en las situaciones concretas. Es así cómo, la Nueva Evangelización, el anuncio transparente de Jesucristo resucitado, fomentará la verdadera promoción humana y hará que los valores culturales, una vez purificados, lleguen a su plenitud en Cristo (Discurso de Juan Pablo II a los obispos mexicanos de las diócesis septentrionales y orientales con motivo de la visita ad limina apostolorum (11-6-94).
José Antonio Hernández Guerrero
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