Traigo hoy el artículo que Pedro Luis Llera publicó ayer en Infocatólica y que empieza así:
La gran cuestión es: ¿qué debemos hacer ante la crisis espantosa que está asolando la Iglesia? Nos ha tocado vivir una profunda crisis doctrinal, litúrgica y moral. Y nos ha tocado a nosotros en este momento de la Historia de la Salvación. Cuando Dios lo ha querido así, por algo será. Demos gracias a Nuestro Señor, que desde toda la eternidad nos ha querido dar la vida aquí y ahora.
La semana pasada me encontré con una crisis en la clase de 4º de ESO. Veía caras de enfado y se me ocurrió preguntarles qué les pasaba. Y los chicos empezaron a hablar y a echar pestes los unos contra los otros. La clase estaba profundamente dividida. Y empezaron las descalificaciones, las discusiones, los enfrentamientos entre unos y otros. Se notaba el humo de Satanás dentro de aquella clase: se respiraba una atmósfera casi irrespirable. Así que interrumpí las discusiones y la clase. Salí del aula y les pedí que me siguieran. Y me los llevé a todos a la capilla. Venían todos detrás de mí. Yo me puse de rodillas delante del Sagrario mientras ellos se sentaban en silencio en las sillas. Me postré ante el Señor y pedí por todos y cada uno de ellos sin decir palabra. No se oía una mosca. Yo no los veía, pero se escuchaba esa soledad sonora en la que el Señor se hace presente. Cuando terminé de rezar, me levanté y empecé a darles un abrazo a cada uno de ellos. Les abracé de corazón y les dije uno por uno que los quería. No era postureo. No había falsedad. Era amor de verdad. Y ellos saben que es verdad. El amor no se puede fingir. Y el amor se expresó en lágrimas. Muchos acabaron llorando. Y yo también. Porque las lágrimas son un don de Dios, son un desbordamiento de amor expresado de forma fisiológica. El corazón se llena tanto del amor de Dios que las lágrimas brotan como si el corazón humano – tan pequeño – no fuera capaz de embalsar tanta Caridad, tanto Dios. Y como un pantano tiene que abrir sus compuertas cuando se colma de agua, así las lágrimas brotan cuando el corazón no puede con tanto amor de Dios. Se notaba que el Espíritu del Señor revoloteaba en aquella capilla. A fin de cuentas, mi misión como profesor y como director del colegio no es otra que llevar a todas las almas a Cristo…
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