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sábado, 16 de agosto de 2025

DOGMA DE LA ASUNCIÓN Y DIGNIDAD HUMANA. Por Mons Munilla



En este año jubilar 2025, celebramos la Solemnidad de la Asunción, cuando se cumplen 75 años de la promulgación por parte de Pío XII del Dogma de la Asunción de la Virgen María al cielo en cuerpo y alma. En la Constitución Munificentissimus Deus declaraba el Papa Pacelli:E«…pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.» Todavía viven entre nosotros algunas personas de avanzada edad que recuerdan perfectamente aquel momento histórico. Esta definición se convirtió en el cuarto dogma mariano, tras los de la Maternidad Divina, la Virginidad Perpetua y la Inmaculada Concepción.

Sin embargo, es obvio que los cristianos habían creído en la Asunción de la Virgen a los Cielos desde los primeros siglos del cristianismo, como lo demuestra la existencia de una obra del siglo II llamada Transitus Mariae (Tránsito de María); y precisamente por esto, es interesante hacerse la pregunta sobre los motivos por los que la Iglesia Católica promulgó el dogma en pleno siglo XX. Es un hecho que las definiciones dogmáticas han solido ser formuladas en respuesta a una herejía determinada o, cuando menos, han venido a subrayar algunos valores oscurecidos por la cultura contemporánea (como pienso que es el caso que nos ocupa).

Pues bien, el siglo XX se caracterizó por poner las bases de la profunda crisis antropológica que padecemos en el siglo XXI. Una vez que el hombre perdió la conciencia de su dignidad espiritual (el olvido de la existencia del alma humana fue una constante del siglo XX), la crisis antropológica concluyó con la pérdida del sentido de nuestra corporalidad y de la dignidad del cuerpo humano.
Cuando la Iglesia proclama el Dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, está subrayando que la antropología no es dualista sino unitaria, aunque incluye una dualidad de principios, integrados en la unidad sustancial de cuerpo y alma. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica nº 365: “La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma como la ‘forma’ del cuerpo…”

Pues bien, en el zénit de la crisis antropológica en la que nos encontramos, se produce la paradoja de que nuestra cultura se balancea entre la idolatría y el desprecio del cuerpo: Desde el exhibicionismo del cuerpo humano en base a falsos estereotipos estéticos, hasta las autolesiones, las drogas y la autodestrucción… La ‘Teoría Gender’ o ‘Ideología de Género’, que antepone el deseo a la naturaleza y las ideologías a la biología, es el máximo exponente de la pérdida de sentido de la corporalidad y, por ende, de la espiritualidad del ser humano.

Prestemos atención a lo que afirma el nº 364 del Catecismo de la Iglesia Católica: “El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la «imagen de Dios»: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu”.

La antropología cristiana reconoce la dignidad del cuerpo humano, hasta el punto de reconocer en él la gramática de la sabiduría divina. Por el contrario, los hechos han demostrado que una vez que la crisis antropológica niega la naturaleza espiritual del ser humano, fácilmente llegamos a convertirnos en enemigos hasta de nuestro propio cuerpo. Dar la espalda a Dios es caminar hacia la desfiguración de la criatura. Como dijo San Juan Pablo II en Evangelium Vitae 22: “Sin el Creador, la criatura desaparece… el hombre permanece para sí mismo un ser incomprensible.” Igualmente, Benedicto XVI afirmaba: “Cuando el hombre se olvida de Dios, ya no se reconoce a sí mismo, y su destino se convierte en una amenaza.”

En resumen, el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma da respuesta a la pregunta antropológica sobre qué es el hombre: Nuestro cuerpo ha sido redimido por Jesucristo y está destinado a la gloria, a la inmortalidad, a la divinización… El cuarto dogma mariano no solo es revelador de nuestro destino eterno, sino también de nuestra identidad; hasta el punto de ayudarnos a responder dos cuestiones claves: ¿A dónde vamos? y ¿quiénes somos? En la celebración litúrgica del 15 de agosto, representada en el auto sacramental del Misteri D’Elx, encontramos las respuestas ¡Feliz día de la Asunción a todos!

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