El 22 de julio, la Iglesia celebra con especial devoción a Santa María Magdalena, figura tantas veces malinterpretada y, sin embargo, de una hondura espiritual inmensa. Su historia es la de un amor transformado, de una búsqueda incansable y de una fidelidad que no teme a la muerte. Fue ella quien, en la oscuridad del alba, salió al sepulcro. Y fue también ella la primera en ver al Resucitado. Por eso, la tradición la ha llamado “apóstol de los apóstoles”.
María Magdalena encarna la pasión del alma que busca a Dios, como en el Cantar de los Cantares: «Buscaba al amor de mi alma… y lo encontré». Esa búsqueda no es romántica, sino mística; no se detiene ante la ausencia, ni ante la losa que cubre el sepulcro. Va, corre, pregunta, llora. Persevera. Y porque ama, ve lo que otros no vieron.
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