Aunque, efectivamente, el lenguaje del papa Francisco es claro, concreto y directo, en mi opinión, los comentarios de Marciano Vidal sobre la exhortación apostólica Gaudete et exultate son oportunos para hacernos reflexionar sobre la coherencia de nuestras vidas, y útiles para los agentes de pastoral porque les proporcionan instrumentos útiliosos para orientar e ilustrar las clases, las homilías y las catequesis. Me ha resultado especialmente esclarecedor la vinculación que él establece entre esta Exhortación con los documentos papales anteriores –Amoris laetitia, Laudatio si y Evangelii gaudium- en cuyos títulos se hace referencia a la alegría y al tono “optimista y propositivo” enraizado en las entrañas del Evangelio.
Aunque la finalidad principal de esta reflexión es motivar a los lectores para que examinemos atenta y personalmente la Exhortación, me ha resultado especialmente orientadora su acertada manera de situar sus contenidos en el contexto del proyecto de reforma “eclesial y eclesiástica” que, propiciada por el Concilio Vaticano II, actualiza el mensaje espiritual del Evangelio. Efectivamente, es intensamente atractivo el modo de proponer la llamada a la santidad presentando los “testimonios de los testigos”, esos hombres y esas mujeres que quizás residen en “la puerta de al lado”, y que pertenecen a la “clase media de la santidad” -el rostro más bello de la Iglesia- tan claramente dibujado en las bienaventuranzas y sintetizado en la caridad.
Clarificadora es también, a mi juicio, la descripción de los rasgos que caracterizan la santidad cristiana en el mundo actual: la firmeza interior, la audacia, el fervor, la vida en comunidad y la apertura a la trascendencia. Y oportuna, sin duda alguna, la enumeración de las estrategias que el papa propone para iniciar, promover, revisar y llevar a su plenitud la espiritualidad cristiana: el combate permanente, esa bella y pacífica lucha que nos anima para que reconozcamos que el Señor vence en nuestras vidas.
Aunque el autor reconoce que el papa aborda los peligros, las tentaciones y los riegos que entraña la comprensión y la realización de la espiritualidad cristiana, muestra su extrañeza por el hecho de que se formulen, en clave de enemigos “sutiles”, el gnosticismo y el pelagianismo actuales, esas teorías y esas prácticas que se concretan en una espiritualidad desprovista de carne, vivida con una superficialidad vanidosa, desprovista del misterio y cerrada a la participación en los asuntos temporales.
Estoy convencido de que este análisis del texto pontificio contribuye notablemente a deshacer algunos prejuicios infundados de quienes no lo han leído o lo han hecho de manera superficial. Alimento la esperanza de que a los lectores les proporcione una eficaz ayuda para descubrir su sólida fundamentación teológica, su inspiración en la tradición y las oportunas aportaciones para responder a los retos actuales. Aunque, efectivamente, Gaudete y exultate -fruto maduro de una reflexión sobre la santidad y sobre la vida de la Iglesia- no es un compendio de teología espiritual ni una actualización del santoral, puede servirnos como hoja de ruta para profundizar en la médula de la perenne novedad del Evangelio que hace posible que la santidad sea posible en la vida cotidiana de todos.
Aunque la finalidad principal de esta reflexión es motivar a los lectores para que examinemos atenta y personalmente la Exhortación, me ha resultado especialmente orientadora su acertada manera de situar sus contenidos en el contexto del proyecto de reforma “eclesial y eclesiástica” que, propiciada por el Concilio Vaticano II, actualiza el mensaje espiritual del Evangelio. Efectivamente, es intensamente atractivo el modo de proponer la llamada a la santidad presentando los “testimonios de los testigos”, esos hombres y esas mujeres que quizás residen en “la puerta de al lado”, y que pertenecen a la “clase media de la santidad” -el rostro más bello de la Iglesia- tan claramente dibujado en las bienaventuranzas y sintetizado en la caridad.
Clarificadora es también, a mi juicio, la descripción de los rasgos que caracterizan la santidad cristiana en el mundo actual: la firmeza interior, la audacia, el fervor, la vida en comunidad y la apertura a la trascendencia. Y oportuna, sin duda alguna, la enumeración de las estrategias que el papa propone para iniciar, promover, revisar y llevar a su plenitud la espiritualidad cristiana: el combate permanente, esa bella y pacífica lucha que nos anima para que reconozcamos que el Señor vence en nuestras vidas.
Aunque el autor reconoce que el papa aborda los peligros, las tentaciones y los riegos que entraña la comprensión y la realización de la espiritualidad cristiana, muestra su extrañeza por el hecho de que se formulen, en clave de enemigos “sutiles”, el gnosticismo y el pelagianismo actuales, esas teorías y esas prácticas que se concretan en una espiritualidad desprovista de carne, vivida con una superficialidad vanidosa, desprovista del misterio y cerrada a la participación en los asuntos temporales.
Estoy convencido de que este análisis del texto pontificio contribuye notablemente a deshacer algunos prejuicios infundados de quienes no lo han leído o lo han hecho de manera superficial. Alimento la esperanza de que a los lectores les proporcione una eficaz ayuda para descubrir su sólida fundamentación teológica, su inspiración en la tradición y las oportunas aportaciones para responder a los retos actuales. Aunque, efectivamente, Gaudete y exultate -fruto maduro de una reflexión sobre la santidad y sobre la vida de la Iglesia- no es un compendio de teología espiritual ni una actualización del santoral, puede servirnos como hoja de ruta para profundizar en la médula de la perenne novedad del Evangelio que hace posible que la santidad sea posible en la vida cotidiana de todos.
[Marciano Vidal
La espiritualidad cristiana
según el papa Francisco
Comentarios a la Exhortación
apostólica Gaudete et exsultate
Madrid, PPC, 2019].
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