Querido amigo:
Al iniciar ahora la Cuaresma, este nuevo tiempo litúrgico tan importante, no quiero dejar pasar la oportunidad de invitarte a vivirlo con intensidad.
La Cuaresma que ahora comenzamos constituye un gran memorial de la Pasión del Señor, que nos prepara para la Pascua de Resurrección. Aunque en este tiempo se nos invita a practicar la renuncia penitencial, el tiempo de Cuaresma no se afronta con un espíritu triste, como si fuese un trabajo pesado y fastidioso, sino con el espíritu nuevo de quien ha encontrado en Jesús y en su misterio pascual el sentido de la vida, y comprende que ahora todo debe referirse a Él. Esta era la actitud del apóstol san Pablo, quien afirmaba que había renunciado a todo para poder conocer a Cristo, "el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos" (Flp 3, 10-11).
Te animo, pues, a vivir la Cuaresma como un camino de liberación y plenitud, recordando el éxodo del pueblo de Israel, que establece un paralelismo con las dificultades que enfrenta hoy quien busca una vida mejor, viviéndolo como un espacio de preparación hacia la Pascua, con espíritu de peregrinación, unidad y confianza en Dios.
Recuerda que la vida es un camino hacia Dios y que, por más incierto que parezca el tiempo, la fe sigue siendo el verdadero sostén del alma. La llamada a la conversión y a la esperanza es una exhortación para no caer en la parálisis espiritual, y para preguntarnos si realmente estamos en camino o acomodados en una fe sin compromiso. Dejemos lo superficial y volvamos a lo esencial. La certeza del amor de Dios es lo que sostiene al creyente en medio de las dificultades, y le anima a superarse y crecer.
Nos ayudará mucho estar unidos en la oración, pidiendo unos por otros, que es un deber de fraternidad cristiana y un signo de comunión.
Rezo para que María Santísima sea nuestra guía y maestra en el itinerario cuaresmal. Ella siguió a Jesús a Jerusalén para sufrir allí la Pasión, con fe total. Así, la gracia que ella misma había pedido para los esposos de Caná, la recibió antes que nadie al pie de la cruz, derramada del Corazón traspasado del Hijo, encarnación del amor de Dios a la humanidad (cf. Deus caritas est, 13-15).
Con mi afecto y bendición |
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